Eduardo Mendoza: Sin noticias de Gurb

 



Sin noticias de Gurb cuenta la historia de dos extarterrestres que aterrizan y se adentran en Barcelona en los inicios de los años noventa, cuando la ciudad es un revuelo y se prepara para celebrar los Juegos Olímpicos. En su momento, los lectores pudieron disfrutar de esta divertida historia a través de sucesivas entregas, a modo de folletín, ofrecidas por el diario español El País en agosto de 1990. Dos años después, la novela fue publicada en forma de libro y festejada por numerosos lectores de todas las edades. 

Con el humor y el tono irónico que caracterizan la obra de Eduardo Mendoza, Sin noticias de Gurb pone bajo la lupa, con total desenfado, las costumbres y los rituales más absurdos. La lógica que el autor catalán utiliza aquí no muestra fallas ni tiene desperdicio: con una mirada completamente extrañada y, a la vez, tolerante y comprensiva, un ser de otro planeta observa a los humanos, a quienes intenta descifrar, aunque a veces la empresa se torne bastante complicada.


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PARA ENTRAR EN TEMA

 

El autor

A la hora de presentarse, Eduardo Mendoza dice que se considera un «fabricante de libros, de novelas, de relatos, de ficción». Más allá del éxito que ha cosechado desde sus inicios como escritor —sus libros cuentan con un gran número de lectores, han sido traducidos a varios idiomas y es admirado, incluso, por las generaciones de autores más jóvenes—, es tímido y modesto. Y no es partidario de las apariciones en público porque piensa que los libros funcionan solos, que no hay necesidad de acompañarlos para que se abran camino entre los lectores.

Eduardo Mendoza Garriga —ese es su nombre completo— nació en la ciudad de Barcelona, el 11 de enero de 1943. Creció escuchando dos idiomas en su casa: su madre hablaba catalán y su padre, español. En la escuela en la que cursó las primeras letras, el colegio religioso de los hermanos maristas, las clases se daban exclusivamente en castellano. Nada raro por entonces, dado que en los programas de radio y en los periódicos también se usaba el español como único idioma. Pero cuando llegaba el recreo, en el patio se daba el gusto de hablar con los otros niños en catalán. Bilingüe desde pequeño, ha escrito la mayor parte de sus libros en español y algunas obras teatrales en catalán. 

Cuando se remonta a su niñez, retorna la imagen de sí mismo inventando historias en el departamento en el que vivía con su familia y luego, cuando ya sabía leer, sumergiéndose en las novelas de aventuras. Mendoza contó en una entrevista:

Como en mi familia había un culto a la literatura clásica española, leí a Cervantes desde muy niño. Empecé como todos los que se acercan a El Quijote, pensando: «¡Qué horror! ¡Qué cosa más aburrida y momificada!». Luego aquello se convirtió en algo maravilloso. El Quijote es la mejor novela del mundo.

Antes de dedicarse de lleno a la literatura, entre 1960 y 1965 estudió y se licenció en Derecho en la Universidad de Barcelona. Tras recibirse, viajó por Europa y luego obtuvo una beca para estudiar Sociología en Londres; a su regreso, trabajó como abogado, primero en un estudio y luego en una oficina, completando formularios. Más allá de las obligaciones, escribía en sus horas libres. Entre 1973 y 1983 residió en Nueva York, donde se desempeñó como traductor e intérprete en organismos internacionales, entre otros en las Naciones Unidas, y también en medios privados. Gran conocedor del ritmo de las ciudades, ha dicho sobre Nueva York y Barcelona:

Cuando llegué a Nueva York en 1973, parecía que era el infierno, la gente sólo veía al navajero o al violador. Cuando me fui, años después, eran las mismas calles, el mismo índice de criminalidad, pero la gente iba como si fuera al Trianón. Barcelona era un buen ejemplo de ciudad, dio la batalla de la modernidad y creo que la dio bien.

En 1983, Eduardo Mendoza acompañó como intérprete a Felipe González, en su primer encuentro con Ronald Reagan en los Estados Unidos. Traductor del inglés, del francés y del alemán, entre 1995 y 1999 dio clases en la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Pompeu Fabra. Tras su intensa experiencia como traductor, Mendoza sostiene que el intérprete debe tener, por supuesto, conocimientos de la gramática y de la terminología, pero además debe conocer los términos y los modismos más mundanos de un idioma, más allá de la formación académica o escolar. Aunque abandonó la actividad de traductor cuando se dieron las condiciones para dedicarse de lleno a la literatura, Mendoza valora la experiencia que tuvo como intérprete, la siente como una etapa formativa, pues piensa que el conocimiento del lenguaje es fundamental en cualquier escritor. En su obra, el lenguaje es algo más que un medio, que una herramienta de comunicación, y muchas veces aparece en primer plano, en la mira de las reflexiones.

Eduardo Mendoza se considera un gran lector, sobre todo de los autores clásicos, pero no tiene muchos libros en su biblioteca. Cuando un libro que ya ha leído deja de interesarle, lo regala: lo deja en la puerta de su casa para que se lo lleve algún vecino. Confiesa que no se desprendería de los clásicos y que el único libro que relee continuamente es la Biblia.

Respecto a la relación que une la escritura con la lectura, en una entrevista publicada en un diario de Málaga, a principios de 2011, opinó:

Siempre he sido, no un lector voraz, pero sí cuidadoso de los clásicos. Creo que un escritor tiene que haber estudiado seriamente a los grandes maestros de la profesión, como hacen los médicos o los abogados. Eso sí me parece más preocupante que una crisis de lectores. Los jóvenes escritores no leen lo que deberían, leen novedades y se inspiran mucho en series de televisión, pero no se sientan con Dickens, Balzac o Tolstoi. Al decirlo me siento un viejo cascarrabias, y lo soy, viejo y cascarrabias, pero es que se nota. 

 

La obra

Para Eduardo Mendoza el acto de escribir es divertido, está asociado al placer. Comenzó escribiendo cuentos, que les daba a leer a sus amigos, quienes se los criticaban sin piedad. Tras insistir un tiempo con esta forma narrativa y no obtener el resultado deseado, comprendió que la forma más apropiada para lo que quería decir era la novela. Así surge en 1973 La verdad sobre el caso Savolta, su primera ficción y el primer libro que publicaría dos años después con el sello Seix Barral —el mismo con el que se publicará prácticamente el resto de su obra—, unos meses antes de la muerte de Franco, cuando existía aún la censura. Como ha contado riéndose, el comité de censura autorizó la publicación porque la consideró una mala novela, inofensiva.

Tras ese primer libro, publicará muchos más, sobre todo novelas y cuentos: El misterio de la cripta embrujada (1979); El laberinto de las aceitunas (1982); La ciudad de los prodigios (1986), por la cual recibió el Premio Grinzane Cavour (1988, Italia) y el Premio Ciudad de Barcelona; La isla inaudita (1989); El año del diluvio (1992), Premio Literario Elle 1993; Una comedia ligera (1996), elegida como Mejor Libro Extranjero en Francia en 1998; La aventura del tocador de señoras (2001), Premio al «Libro del Año» del Gremio de Libreros de Madrid; El último trayecto de Horacio Dos (2002); Mauricio o las elecciones primarias (2006), Premio de Novela de la Fundación José Manuel Lara Hernández; El asombroso viaje de Pomponio Flato (2008), Premio Terenci Moix y Pluma de Plata de la Feria del Libro de Bilbao, y El enredo de la bolsa o la vida (2012). En el año 2009, se publica el libro Tres vidas de santos, que incluye los relatos La ballena, El malentendido y El final de Dubslav.

Entre la cuantiosa producción narrativa antes mencionada, se distinguen dos libros: La ciudad de los prodigios, porque es, según el propio autor, la novela más ambiciosa y la más lograda, que se acerca realmente a lo que quiso hacer, y Riña de gatos, con la que obtuvo en 2010 el Premio Planeta de Novela y el Premio del Libro Europeo.

Su teoría como escritor es que las novelas tienen que atrapar al lector ya en la primera página, desde el comienzo, por eso imagina los inicios de sus libros pensando en capturar la atención del lector: busca impactarlo. Si bien sus relatos presentan muchas variantes ficcionales e históricas, varios de ellos muestran algunos elementos que se reiteran como constantes poéticas: en primer lugar, la mayoría de sus historias transcurren en Barcelona, ese es el espacio en el que sus personajes se desenvuelven y respiran; por otro lado, el personaje del detective de El misterio de la cripta embrujada, sacado como él mismo ha señalado de la realidad, reaparece en El laberinto de las aceitunas y en La aventura del tocador de señoras, conformando una trilogía, y por último, el recurso de la ironía, la parodia y el discurso satírico cruzan buena parte de su obra.

Varios de los relatos de Eduardo Mendoza fueron llevados al cine, entre ellos: La verdad sobre el caso Savolta (1979), película dirigida por Antonio Drove y coproducida por España, Francia e Italia; La cripta (1981), dirigida por Cayetano del Real; La ciudad de los prodigios (1999), dirigida por Mario Camus, y El año del diluvio (2004), dirigida por Jaime Chávarri y coproduccida por España, Francia e Italia. Fue guionista del film Soldaditos de plomo (1983), dirigida y protagonizada por José Sacristán.

Como autor teatral, Eduardo Mendoza estrena en 1990 su primera obra de teatro, Restauració, escrita en catalán y que él mismo traduciría luego al castellano, idioma en el que se publica en 1991. En 2004, estrena en el Festival de Temporada Alta de Gerona Greus qüestions (Graves cuestiones) y en 2006, Glòria.

Eduardo Mendoza también pasa por la experiencia de la escritura compartida: en colaboración con su hermana Cristina escribió el ensayo Barcelona modernista (1989), y en 1992 La Vanguardia publica por entregas El enigma Icaria, una novela detectivesca, escrita junto con los escritores Félix de Azúa, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé, Andreu Martín, Jesús Ferrero, Javier Fernández de Castro y Francisco González Ledesma. A finales de 2003, junto con Miguel Narros, recrea y actualiza Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare.

Además de Barcelona modernista, Eduardo Mendoza escribió otros ensayos: Nueva York (1986), Baroja, la contradicción (2001) y ¿Quién se acuerda de Armando Palacio Valdés? (2007).


Sin noticias de Gurb

Una de las mayores satisfacciones para este autor es que sus libros hayan entrado en la escuela, como ha ocurrido con sus novelas El caso Savolta y Sin noticias de Gurb, a la que considera humildemente una obra «muy marginal». Sin embargo, esta historia en la que Mendoza cruza varios repertorios narrativos —la ciencia ficción, el cuaderno de viaje, la crónica, la novela de aventuras y la picaresca española— ha iniciado en la lectura a muchos niños, quienes, ya mayores, lo reconocen por la calle. Gracias a esta novela ha visitado varios colegios para hablar sobre estos dos extraterrestres que aterrizan en medio del vértigo que se vive a diario en la Barcelona de los noventa, previo a los Juegos Olímpicos de 1992.

Tras una propuesta de su amigo Xavier Vidal-Folch, en su momento director en Cataluña del diario El País, Eduardo Mendoza aceptó el desafío de escribir diariamente un capítulo de una historia ficcional. De lunes a sábado, entre el 1 y el 25 de agosto de 1990, los episodios de este folletín hecho por encargo fueron publicados a lo largo de veintidós entregas, ilustrados por Perico Pastor. En 1991 Seix Barral publicó Sin noticias de Gurb como libro.

Varios años después, se presentó la versión teatral de esta novela en el Teatro Español de Madrid, que fue leída por el propio autor y la actriz Rosa Novell. Esta versión también nació por encargo, en el año 2006, del Teatre Lliure de Barcelona. La lectura de la novela original, que demanda casi cuatro horas, se redujo a una hora y treinta y cinco minutos. Dijo Mendoza sobre esa experiencia:

Ha habido mucho tijeretazo. El criterio ha surgido a medida que lo leíamos. Hay escenas que leídas pueden tener gracia o no, pero al escenificarlas en voz alta resultaban repetitivas. Es un personaje que repite mucho, pues es una mezcla de un informador altamente científico, ya que viene del espacio y al mismo tiempo un perfecto imbécil.

Eduardo Mendoza recibió varias propuestas para llevar Sin noticias de Gurb al cine. Cuenta el autor:

Hubo propuestas para adaptaciones cinematográficas. Este texto tienta a la gente joven del cine, que crean cosas estupendas y acertadas cinematográficamente. Pero al ser una novela en la que hay cosas absurdas e imaginativas, pierde al plasmarla visualmente, cosa que no sucede con la lectura escenificada.

Sin noticias de Gurb ha deleitado a varias generaciones de lectores, jóvenes y no tanto, e inspiró incluso a un grupo musical de Cantabria, que decidió llamarse «Sin noticias de Gurb», en homenaje al libro de Eduardo Mendoza.

En el año 2006, Seix Barral publica el libro Mundo Mendoza, del periodista español Llàtzer Moix, en el que este se acerca, como el título lo indica, al universo del escritor catalán. Para Moix, novelas aparentemente pequeñas y menos trascendentes como El misterio de la cripta embrujada y Sin noticias de Gurb constituyen «una literatura que funde la tradición del Siglo de Oro y el cuento filosófico ilustrado, con el folletín popular, el habla de las tabernas, la jerga profesional y los modismos catalanes».

Con el humor y el tono irónico que caracteriza buena parte de la obra de Eduardo Mendoza, Sin noticias de Gurb pone bajo la lupa, con total desenfado, las costumbres y los rituales más cotidianos no solo de los ciudadanos de Barcelona, sino de los seres humanos en general. Esta novela ofrece, como dice su autor en la nota introductoria, «una mirada sobre el mundo asombrada, un punto desamparada, pero sin asomo de tragedia ni de censura».

Explotando hasta los límites de lo posible el recurso del extrañamiento, del que hablaron por primera vez los formalistas rusos para dar cuenta de la esencia misma de la «literatura», un extraterrestre, alguien muy distinto, llegado de otro lugar del universo, con otros conocimientos, otras destrezas, otro lenguaje y un código completamente disímil, observa a los seres humanos, a quienes intenta descifrar, aunque a veces la empresa se torne bastante difícil. La actitud siempre es tolerante y comprensiva. De alguna manera, esta historia exhibe la mirada de un intérprete, de alguien que ha llegado a la conclusión de que, incluso bajo un mismo idioma, siempre hay tonos distintos, matices de sentido y particularidades que hay que tratar de aproximar para lograr una comunicación feliz.

Por otro lado, Sin noticias de Gurb ficcionaliza, a través de sus escenas y de las peripecias de sus personajes principales y secundarios, la idea que Eduardo Mendoza tiene de la literatura: una práctica simbólica, exclusivamente humana, que ayuda a integrar todos los conocimientos y las experiencias fragmentarias, desconectadas, que los seres humanos acumulamos a lo largo de nuestras vidas. 

 

Eduardo Mendoza: Sin noticias de Gurb. Edición especial para el trabajo en el aula con guía de actividades de prelectura, análisis y lectura comprensiva, taller de escritura e introducción a cargo de Graciela Gliemmo. Buenos Aires, Planeta, 2014.

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