Guillermo Martínez: Infierno grande

 




Crímenes sin resolver, sombreros imprevistos, viejas decrépitas que bailan para demorar la muerte, jóvenes hipnotizados por mujeres violentamente sexuales y la obstinación de un viaje cifrado en la suela del zapato. En Infierno grande todo sucede con «ese desacomodo fatal con que acaban por ocurrir los acontecimientos que más se aguardan, con esa traidora naturalidad, con esa inconsistencia con que la realidad termina siempre torciendo las cosas».

Tarjetitas de prostíbulo y desquiciadas fórmulas matemáticas se cruzan como contraseñas, y en la serenidad aparente de un pueblo chico hierve la metáfora de un país violento.

Con humor contenido a punto de estallar, con una dosificación impecable del suspenso y un exasperado sentido de absurdidad ante los hechos más terribles, Guillermo Martínez consigue de un modo magistral que la literatura vuelva a nombrar el peso de lo «real» en la ficción.


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PARA ENTRAR EN TEMA


El autor

Guillermo Martínez es doctor en matemática y trabaja como profesor en la Universidad de Buenos Aires. Nació en la ciudad bonaerense de Bahía Blanca en 1962 y vive en a Capital Federal. Ha publicado hasta el momento tres libros. Infierno grande apareció por primera vez en 1989 bajo el sello editorial de Legasa. En el año 2000 la editorial Planeta publicó una nueva edición en la que se incluyeron otros dos relatos. Esta edición escolar presenta una selección de cuentos de la versión anterior y agrega uno inédito: «Esos ojos fatigados». En la «Nota final», el autor da algunos datos sobre el proceso de escritura y reescritura de los mismos.

Además de este volumen de cuentos, Martínez escribió las novelas Acerca de Roderer (1992) y La mujer del maestro (1998). Actualmente trabaja en la que será su tercera novela. Algún que otro domingo, también pueden leerse sus reseñas en el suplemento cultural del diario La Nación. Fue protagonista de dos acontecimientos muy traumáticos de nuestra historia nacional: la última dictadura militar y su cierre con la Guerra de Malvinas. Estos episodios aparecen recreados en algunos cuentos, en su primera novela y en varios artículos.

Por su edad y por las fechas de sus libros, pertenece a la joven generación de escritores, aunque no comparte la relación que muchos de ellos sostienen con la posmodernidad, con la historia argentina y con la literatura. Sin excluir el humor o la presencia del absurdo, ha rehuido en sus ficciones los enfoques frívolos y los juegos paródicos. A Martínez le interesa la tradición literaria y se preocupa por cómo contar los conflictos y mitos que siguen conmocionando al ser humano. Sus narraciones son el espacio donde los interrogantes, el conocimiento, la revelación de nuevos significados detonarán cada una de las diversas historias o situaciones en las que sus personajes se verán envueltos. En sus relatos, los protagonistas pasan de la normalidad a la sorpresa; descubren o comprenden algún aspecto de la realidad, de sí mismos, de los otros. Algún cambio se produce y el narrador relata la historia de ese cambio o revelación.

A pesar del vínculo que establece con la historia y la política, Guillermo Martínez piensa que el material más importante con el que trabaja un escritor proviene de su propio mundo interior, de sus experiencias más vitales, que exceden en general los vaivenes de la historia. Así lo expresa en su artículo «Consideraciones de un ex-político», cuando afirma que «la obra de un escritor suele corresponderse mucho más con sus obsesiones íntimas, con los repliegues y singularidadesde de su vida privada, con búsquedas anacrónicas o librescas, con afanes experimentales, o con aventuras de la imaginación, que con los signos obvios y ostensibles de su tiempo».

Sus novelas y cuentos despliegan sus dotes de escritor, pero también dejan filtrar señales que lo muestran como un lector apasionado: hay en ellos muchas referencias a otros textos y múltiples imagenes que exhiben la literatura como un universo desde el cual es posible interpelar a la historia, a la vida y al ser humano.

Guillermo Martínez juega a la vez con acontecimientos dramáticos y con situaciones absurdas. Eso se evidencia en la variedad de argumentos de sus relatos, aunque los temas sean siempre, en realidad, los mismos: las pulsiones humanas, la relación con los otros, el poder y el conocimiento, las dificultades para establecer una verdadera comunicación, la búsqueda y la reafirmación en el mundo. Estas narraciones aparecen como el escenario en el que esa búsqueda tendrá lugar y adquirirá significación.


Narración y vida

La narración es la forma privilegiada a través de la cual se construyen variadas imágenes del mundo. Los escritores narran en sus libros de cuentos y en sus novelas, los historiadores narran en sus textos históricos, los periodistas narran en sus artículos y notas, los antropólogos y los sociólogos narran al transmitir sus experiencias con las diversas comunidades culturales. También nosotros echamos a andar diariamente relatos. Para dar sentido a muchos episodios de nuestra vida los narramos, les damos un orden que nos permita comprenderlos, hilvanarlos, colocarlos en serie.

Esto explica de alguna manera la productividad del género narrativo, fundamentalmente del cuento, con seguridad la forma más cultivada en la literatura. Desde pequeños nos cuentan historias: para dormirnos, para tranquilizarnos, para enseñarnos, para soltar o comprender mejor nuestros sentimientos y emociones. Acercarnos a un libro de cuentos nos abre infinitos mundos, nos permite incorporar nuevos y disímiles imaginarios, tal como ocurre cuando nos alejamos de nuestro universo conocido y emprendemos un viaje. Tomemos entonces la lectura de un libro y de este en particular como una posible y magnífica aventura. Seremos por un momento otros y pondremos entre paréntesis nuestro propio acontecer. Puede ocurrir que coincidamos en muchos aspectos con el autor y en otros no. Es que cada uno pone en juego a la hora de escribir y de leer su propia imagen del mundo.

Narrar es un arte. Y el artificio de la escritura muestra que las narraciones no se producen solas. Quien mueve los hilos de los personajes, quien nos captura con la historia es el narrador, una figura literaria a la que prestamos muchas veces menos atención que a los personajes. Sin embargo, sin narrador no hay narración. La mayoría de las historias de Infierno grande están narradas por un narrador protagonista que cumple de esta manera una función doble: ha vivido y decide contar su experiencia. Por eso es que el tono de estos cuentos es a veces anecdótico o incluso semeja ser testimonial. No debemos, sin embargo, olvidar que el narrador es una construcción ficcional del autor, tan de papel como los personajes. El narrador, para decirlo con una expresión de Guillermo Martínez, es un prestidigitador que mueve sus manos para convencernos de que eso que está ocurriendo ante nuestros ojos es verdadero. Nos hipnotiza para que no nos distraigamos, para que le creamos, para que no nos demos cuenta de los pases rápidos y a la vez sutiles con los que nos ilusiona.

 

Tesis sobre el cuento

El cuento se diferencia de la novela por su brevedad y concentración narrativa. No puede darse el lujo de la expansión, de la gratuidad, de las descripciones innecesarias. Julio Cortázar ha hecho referencia en su momento al valor que le asignaba a la tensión narrativa y a la fuerza de los finales impactantes que buscaba para sus historias.

En «Tesis para un cuento», Ricardo Piglia dice que todo cuento relata en realidad dos historias. El cuento clásico engaña al lector haciéndole creer que se trata solo de una historia mientras teje subterráneamente una segunda a la que hace estallar hacia el final. El cuento moderno trabaja con ambas de manera simultánea, abandona los finales sorprendentes y propone desenlaces más abiertos, sostenidos y hasta ambiguos.

Guillermo Martínez, en su artículo «El cuento como sistema lógico», da una vuelta de tuerca sobre el planteo de Piglia: postula la idea de que bajo todo cuento se articulan dos lógicas y explica que, debajo de una supuesta normalidad con la que cada relato se abre, otra historia amenaza con destruir ese equilibrio original. «Infierno grande» es el que exhibe de manera más evidente esta tensión, pero esta dinámica ficcional está presente en varios de los relatos de su libro. Desubrir esas historias encubiertas, percibir ese paso a veces imperceptible de la quietud al estallido se convertirán en algunos de los muchos desafíos que les propone esta nueva edición.

 

Guillermo Martínez: Infierno grande. Edición especial para el trabajo en el aula con guía de actividades de prelectura, análisis y lectura comprensiva, taller de escritura e introducción a cargo de Graciela Gliemmo. Buenos Aires, Planeta, 2000.



 


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