Las huellas de la memoria. Entrevistas a escritores latinoamericanos

                     

                             

«Las entrevistas aquí presentadas muestran coincidencias, puntos de contacto entre los escritores elegidos, y también exhiben el recorte desde el que han sido realizadas. Eso atañe con exclusividad a mis propias preocupaciones, a lo que primó a la hora de leer y preguntar. La relación entre historia y literatura, memoria y escritura fue marcando mis entrevistas. Esta inquietud fue dándole forma a este libro.» 
 
La autora, en cuatro años de labor, entrevistó a Carlos Monsiváis, Carlos Thorne, Margo Glantz, Augusto Monterroso, Alfredo Bryce Etchenique, Jorge Edwards, Carlos Fuentes, Juan José Hernández, Fernando del Paso, Andrés Rivera, Elena Ponistowska, Juan Zapata Olivella y Luisa Valenzuela.

 

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INTRODUCCIÓN

La publicación de ciertos artículos, notas y entrevistas que, por cierta urgencia constitutiva del periodismo, se dan a conocer de un modo casi inmediato a su producción y armado podría eximir de futuras reescrituras y publicaciones. Para un escritor, decirse a sí mismo «pero si esto ya se publicó en su momento» resulta a veces paralizador e inhibitorio. Sin embargo, un texto es un territorio que admite cambios, y está abierto no solo a las diversas interpretaciones a las que da origen el acto de lectura, sino a las múltiples versiones de las que puede ser objeto. En el caso de este libro, que esto ocurra se debe exclusivamente a un deseo que fue tomando forma a medida que las entrevistas se sucedían.

La entrevista es prima hermana de las memorias, las cartas, las biografías y autobiografías porque comparte con ellas una misma fuerza productora de escritura: convocan a un yo y a una intimidad que parece infranqueable, difícil de quebrantar y que, por la modificación de un espacio y un circuito de comunicación, se vuelve pública.

Recuerdo algunas diferencias de clima en que surgieron estas charlas. No es lo mismo la sala de una casa que los cafés de Buenos Aires o la recepción de los hoteles, donde los mozos y los clientes no dejan de observar la grabadora y algunos quizá se preguntan, en relación con la persona que toma la palabra, de quién se trata. Tal vez después lean la entrevista en algún medio y no sepan que espiaron, que fueron testigos no siempre silenciosos del nacimiento de un primer contacto.

Entrevistar es disponerse a escuchar al otro, deponer por un instante el propio saber y provocar que el entrevistado suelte su pensamiento. Es un verdadero desafío dosificar la propia interpretación sobre los textos del escritor o escritora que tenemos enfrente, formular una pregunta-acicate que dé en el blanco y que suscite algo más que un «sí» o un «no». Algunas veces lo que se consigue excede en gran medida las expectativas. Otras, hay que girar y hasta revertir la propuesta inicial. Pero siempre debe darse una relación de ida y vuelta sin la cual la conversación hace aguas.

De alguna manera, quien entrevista juega el papel del ingenuo, convoca a su propia sorpresa y fabrica un artificio porque se instala en un límite, en un umbral entre el desconocimiento y la certeza. Ha leído, conoce algo o mucho sobre su sujeto, sobre ese ser humano que tiene enfrente, y debe a la vez recordar y olvidar para que la información que busca tenga lugar.

Ese es el primer paso. Y mientras la charla avanza, quien entrevista va editando. El oído y ese saber previo va organizando interiormente el torrente de palabras e ideas. Se olfatea la apertura, se elige un final generalmente por la fuerza de una afirmación o de un interrogante. A partir de que la conversación estalla y cuando va tomando color, la tarea se vuelve doble, simultánea: seguir provocando con preguntas e ir evaluando, atando cabos, retomando, viajando sin detenerse por los senderos del lenguaje y la memoria del otro.

Después viene la labor solitaria. La real labor artesanal, aunque ayude el procesaor de la computadora. Los bloques se desplazan, se asocian, se confrontan. Las preguntas se retocan. Se señaliza la carretaera por la que se desplazará el lector. Se sobreimprime y se subraya el material de acuerdo con la disposición que se le asigne. Pero los recortes y el montaje no alteran la palabra del otro. Sí juegan a resaltarla, a resignificarla. Y en cierta medida, toda la información sirve. Muchas veces con algunos restos, con las preguntas y respuestas más formales, con hilachas se organizan los copetes o se escriben los carteles que dan respiro entre una y otra sección.

Las entrevistas aquí presentadas muestran coincidencias, puntos de contacto entre los escritores elegidos, y también exhiben el recorte desde el que han sido realizadas. Eso atañe con exclusividad a mis propias preocupaciones, a lo que primó a la hora de leer y preguntar. La relación entre historia y literatura, memoria y escritura fue marcando mis entrevistas. Esta inquietud fue dándole forma a este libro.

Me preocupa sostener una memoria. Una memoria personal e histórica. Asediarla por todos lados, darla vuelta, hacerla girar sobre sí misma. Por eso, invité a esa memoria cada vez que pude. Y apareció, se hizo presente a través de la literatura, la historia y la vida. Traté de echar a andar ese motor que nos mantiene vivos. Y esto mismo me lleva hoy a rescatar este material que, obviamente, y no es un lugar común, no es solo mío. La entrevista es desde su génesis misma un género dialógico, se manifiesta como intercambio de voces y de reflexiones.

Después de la publicación en suplementos culturales y revistas, las he reescrito en su mayoría, desplazado bloques de preguntas y respuestas. Pero he mantenido en muchos de los casos los títulos, subtítulos y copetes por dos razones: porque tienen las marcas del momento en que fueron realizadas y porque transmiten las huellas de una impresión inmediata sobre estos escritores y escritoras. En cada una se informa a pie de página sobre su publicación y se aclara, cuando resulta inexcusable, el proceso de reescritura puesto en marcha.

Creo que hay modos de acceder a la literatura y a la cultura. El camino directo no es el único camino. Leer una entrevista implica convocar un desvío, tomar por una calle oblicua y bifurcada: se accede al texto a través de una mediación y se accede también por una mediación a un pensamiento crítico, a una reflexión sobre la literatura.

Es verdad que el lenguaje no es inocente. Menos aún lo son los recortes y los montajes. Todos los libros nacen como algo más que una suma de palabras y de páginas. Por eso superan, siempre, la sencillez de una recopilación.

 

Graciela Gliemmo: Las huellas de la memoria. Entrevistas a escritores latinoamericanos, Buenos Aires, Beas, 1994. Subsidio a la Creación de la Fundación Antorchas.

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NOTAS Y RESEÑAS

Carlos Battilana, «Voces de escritores latinoamericanos», en Boletín de reseñas bibliográficas, Núm. 5-6, Instituto de Literatura Hispanoamericana, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1997, pp. 75-76: http://ilh.institutos.filo.uba.ar/sites

 

 




 

 

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