Guillermo Martínez: Crímenes imperceptibles
Pocos días después de haber llegado a Oxford, un joven estudiante argentino encuentra el cadáver de una anciana que ha sido asfixiada con un almohadón. El asesinato resulta ser un desafío intelectual lanzado a uno de los lógicos más eminentes del siglo XX, Arthur Seldom, y el primero de una serie de crímenes. Mientras la policía investiga a varios sospechosos, maestro y discípulo llevan adelante su propia pesquisa, amenazados por las derivaciones cada vez más riesgosas de sus conjeturas.
Crímenes imperceptibles, que conjuga los sombríos hospitales ingleses con los juegos de lenguaje de Wittgenstein, el teorema de Gödel con los arrebatos de la pasión y las sectas antiguas de matemáticos con el arte de los viejos magos, es una novela policial de trama aparentemente clásica que, en el sorprendente desenlace, se revela como un magistral acto de prestidigitación.
PARA ENTRAR EN TEMA
El autor
Guillermo Martínez nació en Bahía Blanca en 1962, y desde 1985 vive en Buenoes Aires, donde se doctoró en Ciencias Matemáticas. Con motivo de una beca de posdoctorado otorgada por el CONICET, residió dos años en Oxford, Gran Bretaña. Como escritor participó del International Writing Program de la Universidad de Iowa y obtuvo becas del Banff Center for the Arts y de las fundaciones MacDowell y Civitella Ranieri.
Su primer libro de relatos, La jungla sin bestas (inédito),obtuvo en 1982 el Primer Premio del Certamen Nacional de Cuentos Roberto Arlt. En 1989 recibió el Premio del Fondo Nacional de las Artes por su libro de cuentos Infierno grande (Planeta). Tres años después publicó su primera novela, Acerca de Roderer (Planeta, 1992), que contó con el aplauso de la crítica y fue traducida a varios idiomas. En 1998 publicó la novela La mujer del maestro (Planeta) y en 2003 Crímenes imperceptibles, por la cual obtuvo el Premio Planeta Argentina. Esta novela, traducida a 35 idiomas, fue llevada al cine en 2009 por el director Alex de la Iglesia, con el título Los crímenes de Oxford.
En 2003 Guillermo Martínez publicó el libro de ensayos Borges y la matemática (Seix Barral) y en 2005 La fórmula de la inmortalidad (Seix Barral), que reúne varios artículos sobre literatura. En 2007 apareció La muerte lenta de Luciana B., que según la crítica española se cuenta entre los diez mejores libros de ese año. En 2009 publicó en Seix Barral, en colaboración con Gustavo Piñeiro, el ensayo Göbel (para todos). Su última novela es Yo tambien tuve una novia bisexual (2011).
El género policial
Tres cuentos de Edgar Allan Poe dan origen al surgimiento de la narrativa policial: «Los crímenes de la calle Morgue» (1841), «El misterio de Marie Rogêt» (1942) y «La carta robada» (1844). Tal como señala Jorge Luis Borges, con «Los crímenes de la calle Morgue» Poe creó no solo el primer relato policial sino, además, un tipo de lector, uno que «está lleno de sospechas, porque es un lector que lee con incredulidad, con suspicacias, una suspicacia especial». Y tambien creó el primer detective: Auguste Dupin, que se distingue por su capacidad analítica.
Todo relato policial surge a partir de la existencia de un crimen. Tras el delito y la correspondiente investigación para develarlo, se impone luego un orden social, moral y narrativo que condiciona la estructura de este tipo de narraciones que requieren, en líneas generales, una suma coherencia y una rigurosa causalidad.
Tal como afirma Tzvetan Todorov en Tipología de la novela policial, la novela de enigma se construye sobre una dualidad constante: la historia del crimen y la historia de la investigación, a través de la cual se despliegan los indicios, las conjeturas e hipótesis de todo el relato. La historia del crimen concluye siempre antes de que empiece la segunda.
Treinta años después de esos tres relatos fundantes de Poe y diez años antes de Estudio escarlata (1887) de Arthur Conan Doyle, se publica en forma de folletín en el periódico La Tribuna, a partir de julio de 1877, la primera novela policial escrita en español: La huella del crimen, del argentino Raúl Waleis.
En la década de 1940 se produce un pico importante en la producción de narrativa policial en Argentina y se publican tres textos importantes para la consolidación del género. «El jardín de los senderos que se bifurcan» (1941) y «La muerte y la brújula» (1942) de Jorge Luis Borges, y Seis problemas para don Isidro Parodi (1942), escrito en colaboración por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, y publicado con el seudónimo de H. Bustos Domecq.
De todos los géneros literarios, el policial es el que más presencia ha tenido en la ficción argentina del siglo XX. Lo han considerado críticamente y cultivado autores tan disímiles como Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Rodolfo Walsh, Ricardo Piglia, Angélica Gorodisher, Osvado Soriano, Manuel Puig, Mempo Giardinelli, Sergio Sinay, Jorge Manzur, José Pablo Feinmann, Guillermo Saccomanno y Pablo de Santis, entre muchos otros.
Sobre Crímenes imperceptibles
En «Teoremas asesinos» (La Nación, Buenos Aires, 9 de noviembre de 2003), Guillermo Martínez cuenta que concibió buena parte de Crímenes imperceptibles en el avión que lo traía de regreso a la Argentina en 1995, después de dos años de residencia como becario en Inglaterra, y que lo primero que se le ocurrió fue el final. Comenzó a escribir los primeros capítulos en el año 2000, con la idea de que sería una novela policial por entregas y que se publicaría en el portal educ.ar. Y aunque el proyecto no se concretó, continuó escribiendo durante dos años hasta terminarla.
En esta historia uno de los personajes más importantes es Arthur Seldom, un matemático y lógico que ya había aparecido mencionado en Acerca de Roderer, su primera novela. La formación profesional de Seldom, quien hace las veces del investigador de las novelas policiales, le imprime a la novela su fuerza analítica, reforzada además por la mirada del narrador, un joven matemático. Dice al respecto Martínez:
Quería que la forma de analizar los hechos estuviera penetrada por la práctica matemática y que el «modo de ver» representara algo nuevo con respecto a esa otra serie cuyos términos más obvios son Dupin, Holmes, Poirot. En algún momento, dentro de la novela, se sostiene que cuando el criminal es verdaderamente inteligente, lo importante no es la investigación que pueda hacerse de los hechos hacia atrás —se le concede al asesino que habrá preparado suficientemente el crimen para no dejar cabos sueltos— sino las trampas sucesivas que deben tenderse hacia adelante, el análisis de la vida posterior, «en lo sucesivo», de quien ha cometido un crimen. Esto tiene algún paralelo con los métodos de refutación en teorías lógicas y en paradigmas científicos.
En cuanto a la trama, quería hacer una novela policial aparentemente clásica que fuera a la vez un acto de prestidigitación con todas las cartas a la vista, como los actos de magia de René Lavand, a quien también convertí en personaje. Quería, también, divertirme y volver a jugar al tenis.
Y como se trata de una novela policial, cada lector deberá hacer su propio recorrido de lectura, formular sus hipótesis y resolver los enigmas que encierra esta historia. El autor, al igual que René Lavand, ha puesto todas las cartas sobre la mesa, en espera de un lector que ponga a prueba su pasión por la lectura y su inteligencia para descifrar y descubrir el revés de la trama.
Guillermo Martínez: Crímenes imperceptibles. Edición especial para el trabajo en el aula con guía de actividades de prelectura, análisis y lectura comprensiva, taller de escritura e introducción a cargo de Graciela Gliemmo. Buenos Aires, Planeta, 2013.