Voces: la revista de Ramón Vinyes

 


«Decir que Voces es la revista que, a pesar de su juventud, tiene hoy mayor autoridad en Colombia entre las revistas de su género, no es exageración. Es tal el espíritu de renovación y dinámica que la anima, que necesariamente se capta toda la simpatía. Así, siempre esperamos con ansia la llegada del correo semanal que trae a nuestras manos el buen folleto, que —lo creemos sinceramente— es timbre de orgullo no sólo para la intelectualidad barranquillera sino para toda Colombia».

Fidel Cano, El Espectador, Bogotá, diciembre de 1917.
 

«Hacemos constar que en Voces no actuamos ni queremos actuar de maestros. Que tenemos una idea bastante exacta de nuestro valor. ¡Ni menos, ni más! Que no le pedimos a la literatura ningún resultado positivo. Que no elogiaremos para que no se nos elogie. Hoy escribimos y tal vez mañana enmudezcamos. Pero de nuestro paso quisiéramos que quedara una pequeña lección: la lección de que es necesaria la fuerza, la vida; de que existe una honradez intelectual; de que debe sustituirse la frase vacía por la frase en que cada palabra diga algo; de que el chiste por el chiste es reprobable; de que no debemos empeñarnos en un patriótico narcisismo estéril y que es más elevado plantar nuestras raíces en tierra patria y extender las ramas a todos los huracanes».

Nota atribuible a Ramón Vinyes, Voces, Vol. III, núm. 25, 16 junio de 1918.

 

«En verdad, merece un elogio la iniciativa de Voces. Ella ha dicho que es una corneta: ¿y no es eso lo que necesitamos hoy, cornetas sonoras que griten a los cuatro vientos lo que exista de bueno, de malo, de característico dentro de la patria? Inútil será decir, porque es bien sabido, que nos desconocemos perfectamente unos a otros. Aquí en Bogotá, existe un cenáculo de intelectuales que se citan y elogian mutuamente, que saben algo de Francia, poco de España, casi nada de América y nada, absolutamente nada, de Colombia. Nadie había dado, hasta hoy, el primer paso para iniciar un intercambio espiritual entre aquellos pedazos de la patria que están separados por abismos de incomprensión, de indiferencia».

Luis Tejada, El Espectador, Bogotá, mayo 20 de 1918.
 
 
Las tres citas anteriores corresponden, respectivamente, a las contratapas de los volúmenes I, II y III de la revista colombiana Voces. 1917-1920, reeditada de manera íntegra en el año 2003 por Ediciones Uninorte, en Barranquilla.

 

 


 
Voces: la revista de Ramón Vinyes
 
 
Origen de Voces

Ramón Vinyes, cansado del mezquino y asfixiante ambiente cultural español, llega casi por azar a Barranquilla en 1914, sin imaginar que su presencia sería determinante para el desarrollo de la literatura costeña. El escritor colombiano Enrique Restrepo se topa por primera vez con él en la librería que Vinyes monta a poco de su arribo y queda maravillado por sus conocimientos, inmortalizados varios años después en la figura del «sabio catalán» de Cien años de soledad. Enseguida se conforma un grupo con Julio Enrique Blanco, Gonzalo Carbonell, Hipólito Pereyra, Roberto Castillejo y Antonio M. Castaño.

Restrepo cuenta que las primeras reuniones se hacían en «una casita pajiza donde concurrían por la noche estos jóvenes inquietos, aficionados a la lectura». Vinyes se convierte en el promotor de las discusiones sobre literatura, estética y filosofía, y pone al grupo en conocimiento de los autores extranjeros del momento. Entre libros y ron, surge la idea de sacar entre todos una revista.

Voces, que nace durante la Primera Guerra Mundial y a meses de la Revolución rusa, da cuenta de las repercusiones de la lucha desde una ciudad que comienza a dar muestras de ciertos rasgos de modernidad. Por ejemplo, retoma una nota de Mercure de France, donde Watelin observa que la poesía ocupa «un vasto campo en la biblioteca portátil del soldado, generalmente limitada a un volumen» y que los combatientes son aficionados al género policial y leen también a clásicos como Pascal, Racine y Voltaire. Y entre los «modernos», a Musset, Daudet y Bourget.

A la redacción llegan publicaciones de Francia, Inglaterra, Portugal, España, Italia. Vinyes transmite en una nota de noviembre de 1918 su sorpresa ante las revistas científicas, que se muestran inmutables frente a la guerra, y deja oír su comentario mordaz: «Para los sabios no existe en el mundo más que la ciencia. Tal vez los llene el horror al cataclismo pero se cierran en ellos como en un laboratorio y su pensamiento sigue sereno las complicadas rebuscas y los cauces torturosos. El hoy es un accidente para los sabios; su vista va fija al futuro. Trabajan para los que vendrán». 

Entre la literatura bélica que se comenta, se destacan Vie des martyrs de Georges Duhamel y Méditations d’un solitaire de León Bloy, considerado «el más alto espiritualista de la guerra». También se recoge una consulta realizada a artistas y escritores franceses sobre qué debe hacerse con lo que queda en pie de la catedral de Reims, y se reproducen algunas opiniones, entre ellas la de Rodin, quien plantea una defensa de las ruinas y está contra todo tipo de restauración.

Voces es más que un producto local. Es absolutamente cosmopolita. Gómez de Castro dirige los primeros doce números y Armando Pereyra se encarga de los restantes. Sin embargo, es Vinyes quien está tras la selección de textos y el que consigue las colaboraciones, sobre todo de autores catalanes. Incluso, aunque no aparece su firma, es el principal traductor y también el responsable de las «Notas», la interesante sección que informa sobre la actualidad cultural. Solo se publican textos originales y por primera vez se traducen al castellano, unos años antes de que lo hicieran algunas reconocidas revistas vanguardistas, a André Gide, Guillaume Apollinaire, Gilbert K. Chesterton, Jacques Rivière, Federico Hebbel, Robert B. Cunninghame Graham y Hugo von Hoffmannsthal, entre otros.

Esta revista decenal muestra las paradojas propias del momento: se advierte aún cierta solemnidad y tradicionalismo y, a la par, hay en algunos más irreverencia, como en las notas de Restrepo, en los poemas en prosa de Pereyra y en algunas opiniones de Vinyes. Siempre se aclara que no hay detrás un programa político ni partidismos. Se reclama libertad y autonomía literaria.


Los primeros «ismos»

Esta es una época en la que comienzan a caer viejos conceptos. La literatura ya no reproduce la realidad, anuncia su desvinculación de la moral y exhibe signos de fragmentación. Se cumplen cincuenta años de la muerte de Baudelaire y es el momento en que la reimpresión de sus versos hace que los poetas lo vean como el precursor del simbolismo. Ha muerto Rubén Darío. Los poetas franceses y los autores rusos marcan la ruta a seguir. Y aunque Voces publica los innovadores poemas en prosa de Hipólito Pereyra, que ofrecen un nuevo imaginario y una forma híbrida, y da espacio a la obra inicial de León de Greiff, quien será central en el grupo Los Nuevos una década después, no es una revista vanguardista, ya que rechaza la pelea frontal: «Voces se ha convertido en Colombia en el fantasma de los mediocres porque fustiga sin compasión, porque cada día rompe nuevos ídolos, porque duda de las consagraciones, porque renueva el ambiente literario. Pero este “fantasma” al mismo tiempo que es nuestro exponente de dinamicidad literaria no tiene la odiosidad de la polémica ni la vulgaridad de los vocablos plebeyos».

Se recogen muchos textos que anuncian un cambio de poética, pero es el número 42, del 30 de noviembre de 1918, el que está dedicado en forma completa a la renovación literaria que se gesta en Europa. La edición promete dar a conocer «las últimas teorías en arte y las obras de los nuevos teóricos». No se trata de avalar sino de mostrar y sostener estos interrogantes: «¿Serán flor de un día las nuevas doctrinas?», «¿Traerán una profunda revolución en el arte?». La posición es abierta, plural, comprensiva, pero no cómplice. Es solidaria y, a la vez, mantiene una discreta distancia con las nuevas producciones literarias, dejando en claro que se trata de una época de experimentación más que de precisiones: «La revolución en arte es total. No tenemos, hoy por hoy, obra decisiva... y, diríamos más, ni senda segura. Pero los tanteos merecen respeto. ¿Qué pueden revelar estos tanteos mañana?».

Se defiende aún el significado de la palabra, también el plano sonoro, sin excluir las últimas tendencias que están ofreciendo un quiebre más estructural, visible incluso en la disposición tipográfica que toma la letra en la página. Los términos «futurismo», «cubismo», «vibrismo» son centrales, junto con los textos y reflexiones de Apollinaire, Pierre Albert-Birot, Paul Dennée, Luciano Folgore, Pierre Reverdy, Max Jacob, Lino Cantarelli y Vicente Huidobro.

La transición se advierte en los comentarios de Vinyes sobre estos autores: aunque no adhiere a las nuevas tendencias, juega con las formas cuando escribe sus argumentos, como si se tratara de prosa poética, desplazando las líneas hacia la derecha, dándole un ritmo desintegrado, más rápido e instantáneo que el de aquellos otros artículos y notas publicados en los números anteriores de la revista. Estos comentarios tienen el tono de los apuntes, de las observaciones frescas, cortadas, escritas como al pasar y al descuido. Su diagnóstico de los tiempos que corren surge espontáneo y recurrente: «Una profunda inquietud se ha apoderado del arte. Un deseo de renovación lo sacude». E insiste: no hay «nada aún definitivo en las corrientes nuevas».

Aunque tal vez asusta, no se niega la ruptura. La revista hace suyas las observaciones de algunos indiscutibles. Albert-Birot, tras un poema suyo con onomatopeyas y notas que señalan cómo deben pronunciarse ciertos versos, lanza una rotunda afirmación: «El arte moderno se encamina a dar obras originales. Hasta hoy el arte ha dado únicamente traducciones». Pierre Reverdy propone crear una sintaxis nueva para lograr una verdadera revolución en el arte. Y prefigura lo que será ley, unas décadas después, para la poesía concreta en Brasil: la necesidad de lograr una disposición tipográfica diferente que se apareje con una sintaxis nueva.

El gran impacto de las revistas literarias latinoamericanas del 20,  producidas en general en las capitales, opacó aquellas que fueron publicadas fuera de ese canónico recorte temporal y espacial. Voces, que puso en circulación durante tres años sesenta números, es una de ellas. Sin duda, esta reimpresión de Ediciones Uninorte ayudará a comprender mejor un momento de ruptura y ebullición literaria de comienzos del siglo XX.

 

Ensayo corregido para este blog; publicado en Huellas. Revista de la Universidad del Norte, núm. 69-70 (edición doble), Barranquilla, diciembre 2003-abril 2004.

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