Jorge Edwards: El origen del mundo

 


Aunque algunos de sus relatos no sean estrictamente históricos, la poética de Jorge Edwards siempre gira alrededor de la memoria. En Persona non grata (1973), testimonia públicamente un corte con respecto a Fidel Castro y la Revolución Cubana; en Los convidados de piedra (1978) y El museo de cera (1981), las tensiones de la dictadura de Pinochet se enmascaran detrás de construcciones metafóricas, fantásticas; en El anfitrión (1987), Mefistófeles colecciona pasados; en Adiós poeta (1991), la evocación modela la imagen de Neruda. El origen del mundo, más allá de su tono ligero, anecdótico y de humor agridulce, también retoma este camino: los episodios se contextualizan y el protagonista aparece marcado por una obsesión que lo lleva a revisar buena parte de su vida.

Edwards ubica esta sabrosa narración en la última década del siglo XX. Los cambios históricos más recientes y el exilio de un par de chilenos en París se unen a reiteradas reflexiones sobre el Partido Comunista, Lenin, Stalin, los militantes que han manifestado una oposición crítica o los fieles a ultranza. Detrás de la pura imaginación, se lee una vez más su propia tendencia hacia el recuerdo, sus marcas autobiográficas. Pero, además, en El origen del mundo el lector asiste a un proceso de transformación de la memoria del protagonista cuando se afirma en su pensamiento la sospecha de que su esposa Silvia y su amigo Felipe Díaz han sido amantes. Recordar y obligar a los otros a hacerlo es trascendente para el futuro del racional, medido y sexagenario médico Patricio Illanes, víctima de un increíble e incontrolable brote de celos que lo precipita hacia su propio abismo. A partir de la observación del cuadro de Courbet que da nombre a la novela y de una fotografía que lo reproduce, despliega todas sus energías con el objetivo de comprobar que sus fantasías son absolutas certezas.

La ficción se sustenta, a la vez, en la representación de una pose erótica, de un instante de quietud armado y observado por un ojo que se regocija en la desnudez femenina, y en la reconstrucción de los ires y venires del arrebatado doctor, rejuvenecido por esta pasión inesperada hacia la mujer con la que convive hace más de treinta años y a la que comienza a asediar internamente, a desear como un joven que fabula al mejor estilo de Bataille y Sade. El incremento de pruebas sobre la simultánea traición de Silvia y Felipe redunda en una perversa excitación por saber los detalles de cada uno de los encuentros y en un texto que combina, de manera impecable, el punto de vista del esposo herido, las observaciones no siempre coincidentes de un enigmático narrador y la mirada de Silvia, quien, como corresponde, es la única que puede ratificar las principales conjeturas. Es ella la que tendrá, en definitiva, la última palabra en esta relación de viejos lozanos que, aun preocupados por sus arrugas, el colesterol, el exceso de alcohol y unos kilitos de más, pueden alimentar sin fórmulas dietéticas ni cirugías la maquinaria de la imaginación. 

 

Novela.
Jorge Edwards: El origen del mundo.
Barcelona, Tusquets, 1996, 166 páginas.

 

Reseña publicada con el título «Jorge Edwards conduce su poética de la memoria por el camino de los celos», en El Cronista, Buenos Aires, viernes 21 de febrero de 1997.

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