Rodolfo Rabanal: El factor sentimental
Julia Kristeva y Roland Barthes —que reflexionaron sobre el discurso amoroso en relación con el psicoanálisis y algunos textos literarios considerados hoy como clásicos— han observado que hablar de amor es tan riesgoso como vivirlo, y que el lenguaje amoroso es de una extrema soledad. Será por eso que el amor, a través de las experiencias vividas, las confesiones escuchadas, la literatura, las imágenes del cine y las telenovelas muestra y reactualiza en sus manifestaciones esa grieta de incomunicabilidad que todo espacio simbólico encierra. Siempre se dice en pasado acerca del amor, en homenaje desesperado por lo que no fue, ante la melancolía de lo no realizado, por lo que no pudo compartirse del todo.
El factor sentimental, de Rodolfo Rabanal, recuerda que «la novedad de los amantes es contar la propia historia —vieja y archisabida— como si fuera nueva». Reescrita en filiación con la tradición literaria, el cine norteamericano de los cincuenta, los tópicos reconocibles del enamorado —la espera, la traición, la huida, el abandono, la búsqueda, el reencuentro, la pérdida—, trae a la letra una historia de pasión y frustración por una mujer; pero también por un país, dos objetos de amor y fidelidad. En un mundo cercado por los discursos políticos y socioeconómicos, muy preocupados por la producción y la eficiencia, un escritor se constituye como el protagonista de sus propias novelas al relatar sus historias de amor y desencuentros afectivos, a la vez que produce un quiebre con la palabra dominante desde su posición de amante solitario.
De regreso de los Estados Unidos, vive de paso en un hotel mientras aguarda que su primera novela se publique, escribe su segundo libro, toma notas en su diario, intenta desentrañar los signos de su país y de la ciudad de Buenos Aires, así como abrir un espacio para los sentimientos, volcados en gran medida en la amistad. Estas vías están planteadas como no dadas, en búsqueda y continuo deseo de revitalización: la novela existe gracias a todo lo que todavía este escritor no concretó. Las relaciones cruzadas, interrumpidas, pasan por el matrimonio roto con Nelly, el encuentro múltiple con el editor y sus dos enamoradas, la pasión por Dolores —central en la novela y que va de un encuentro azaroso a una escena que culmina en celos al mejor estilo de Otelo—, la prometedora unión con Julia.
El factor sentimental es, como tantas novelas y dramas literarios, una historia infeliz, escrita con las claves actuales con las que tanto el cine como la literatura ironizan y parodian las marcas del discurso amoroso. Este amor tirano —que mueve a los humanos y anula sus voluntades tal como lo expresó Góngora en sus Romances— se duplica en la fórmula del «después» en la novela de Rabanal: se escribe después de amar y después de regresar. El protagonista, este escritor profesional que se gana la vida con su trabajo, ha vuelto a la Argentina y apuesta a pesar de las contradicciones y los sinsabores con los que se enfrenta. Pero no todo es triste e imposible: hacia el final, el amor de Julia juega a ser un anuncio optimista de una tregua que ponga fin a tanta penuria y soledad.
Reseña publicada con el título «Hablar de amor», en Cultura y Nación de Clarín, Buenos Aires, jueves 22 de noviembre de 1990.