Juan García Ponce: De Ánima
Escribir que se lee y que a partir de lo que se lee se escribe era uno de los aspectos a considerar en la obra de Juan García Ponce, desde La noche (México, Era, 1963) hasta Figuraciones (México, FCE, 1982), dos libros de relatos que comprenden veinte años de producción narrativa. Su obra abría la posibilidad de ser leída en relación con los mundos ficcionales de Robert Musil y Cesare Pavese. Por ejemplo, la relación amorosa de su novela El libro (México, Siglo XXI, 1970) se entreteje en torno a «La realización del amor» de Musil, y Unión (México, Joaquín Mortiz, 1974) convoca la historia de Uniones, del mismo autor.
Este mundo de esposos, amantes, amores, incesto, homosexualidad, configurado desde un modo de representar que parecía darle la espalda tanto a la historia como a una novela más vinculada con la autoficción, aparece desligado de lo que Juan García Ponce propone en Crónica de la intervención (Barcelona, Bruguera, 1982). Sin embargo, ya se vislumbran en La invitación (México, Joaquín Mortiz, 1972) —novela en la que el protagonista muere durante un enfrentamiento con un grupo de granaderos— y en El gato (Buenos Aires, Sudamericana, 1974) —que aproxima la escritura del cuento homónimo a partir de una reescritura— aspectos que irrumpirán en la novela de 1982 y producirán una ruptura respecto a su narrativa anterior. Antes de la publicación de Crónica de la intervención, Juan García Ponce ya había incorporado elementos históricos y, a su vez, había creado un conjunto de relatos interrelacionados entre sí, mostrándose como escritura ante el lector.
Con Crónica de la intervención, comienzan a hacerse visibles los mecanismos de ficcionalización en la novela a través de una de las voces que la recorren en capítulos como «Recapitulación y nuevos avances», por ejemplo. La forma de representar que le valió la categorización de «intimista» por parte de Ángel Rama estalla en un erotismo que ingresa desde la transgresión no solo por lo que se cuenta, sino por el propio lenguaje que se utiliza. En esta nueva propuesta, recurre a la representación del erotismo a la manera de Georges Bataille y Pierre Klossowski, a los episodios de 1968 y la matanza de Tlatelolco, a la escritura de la novela que se cuestiona sobre sí misma y a la trasposición de cintas grabadas, parodiando el discurso psicoanalítico. Para decirlo rápidamente, Crónica de la intervención descorre el velo, desgarra las vestiduras y pone «algo» al desnudo.
Sus personajes leen ahora Historia de O de George Bataille y La vocación suspendida de Pierre Klossowski, lo que los emparenta con las figuras centrales de otras ficciones; por ejemplo, con Farabeuf de Salvador Elizondo, que retoma la fotografía del supliciado chino que hace circular Georges Bataille en uno de sus ensayos, o con Testimonios sobre Mariana de Elena Garro, en la que se hace referencia a la obra del marqués de Sade. El desnudo sobre el acto de escribir que atraviesa la novela permite parafrasear una frase de El grafógrafo de Elizondo; a partir de Crónica de la intervención, entonces, García Ponce podría haber dicho: «Si antes escribía que leía, ahora escribo que escribo».
Con la publicación de Catálogo razonado (México, Premiá, 1982), vuelve al género en el que se inició como escritor: el teatro. Esta obra borra las fronteras entre «realidad» y «ficción», entre modelo y retrato. A través del personaje «el modelo» comienzan a hacerse presentes personajes que fueron —Claudia, Nicole, Alma— y un personaje que será: Paloma. La obra, como su título lo indica, es el registro mental de algunos nombres de mujer que remiten, hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, a sus parejas masculinas y a los mundos narrativos correspondientes.
Esta obra retoma el hilo de Ariadna tirado entre el cuento «El gato» y la novela homónima para conducirlo hacia tres novelas más: Unión, La cabaña (México, Joaquín Mortiz, 1969) y De Ánima (México, Montesinos, 1984), novela que Juan García Ponce adelanta en la obra teatral a través de un monólogo de Paloma, que será el inicio de la novela que publicará en 1984, dos años después. Primero un cuento, luego una novela extendiendo un primer universo de ficción, un juego de ampliación del nombre en el que se pasa de «D» y «su amiga» a Alma y Andrés.
En tercer lugar, Catálogo razonado remite a la propia literatura del autor y a uno de los modos en los que circula y se difunde. El avance que muchos escritores —entre ellos Juan García Ponce— dan de sus obras por medio de las revistas literarias aparece aquí por otra vía: la literatura misma. Esta obra teatral incluye pasajes de De Ánima, los dibujos que supuestamente acompañaron la publicación del cuento y también los de Klossowski, Balthus y Roger von Gunten. De este modo, Catálogo razonado vuelve a ligar, a través de una reunión de novelas, lo que pudo haber desligado Crónica de la intervención.
De Ánima
En la «Introducción» que precede esta novela, García Ponce comenta:
He pedido prestada para escribir esta novela la óptica que utilizaron Pierre Klossowski en La revocación del Edicto de Nantes, Junichiro Tanizaki en La llave. Independientemente del placer que me produjo intentar repetir una forma que me seduce, el uso del diario intercalado de una figura masculina y otra femenina, que dan su diferente visión de sucesos idénticos o muy semejantes, me era indispensable para contar la acción que los hace existir de una manera que mostrara su verdadero sentido. Como las de Klossowski y Tanizaki, mi novela es una obra fundamentalmente erótica. (p. 9)
De una manera más indirecta, esta obra vuelve a recoger el tema de El gato, que ya he utilizado antes para escribir primero un cuento y luego una novela. Se me ha impuesto tal vez para demostrar que forma parte de mis obsesiones y que estas siempre regresan porque, en tanto obsesiones, su carácter no les permite aclararse o explicarse a sí mismas sino que sólo buscan su repetición. (pp. 9-10)
De Ánima retoma aspectos de la propuesta de Pierre Klossowski en su trilogía Las leyes de la hospitalidad. La revocación del Edicto de Nantes, Roberte esta noche y El apuntador se implican entre sí, una lleva a la otra implícita o explícitamente. El centro de las tres está dado por la presencia de Roberte, a quien, como la obra de arte, que es de todos y no es de nadie, Octave —su marido y por qué no también su creador— ofrece a otros para que disfruten de ella valiéndose de su calidad de anfitrión. Con los ojos vueltos hacia su modelo real —su esposa Denisse— Pierre Klossowski escribe esta trilogía, en la que incluye dibujos sobre algunas escenas. Tras eso, deja de escribir para dedicarse por completo al cine. Una de las tres novelas se convierte en una película protagonizada por el matrimonio Klossowski.
Como señala García Ponce en la «Introducción», De Ánima está escrita al modo de La revocación del Edicto de Nantes: un diario femenino —el de Paloma— y un diario masculino —el de Gilberto— se enredan a través de las páginas de esta novela. Jugando con los puntos de vista, con la mirada puesta sobre el vaivén amoroso, ambos escritos íntimos se abren al contacto entre página y página, entre renglón y renglón, una vez que los cuerpos ya se han unido. El diálogo simulado se cierra con la muerte de Gilberto.
En De Ánima, los cuerpos y el erotismo dan lugar a la escritura, la convocan. Si se hace el amor porque se está vivo y se busca continuarse en el otro, también se escribe desde la vida. La muerte silencia los cuerpos y calla la voz de la novela. La escritura, como el orgasmo, tiene presente la muerte, es una petit morte. Pero, a su vez, la aplaza, la difiere.
Como si Paloma fuera un negativo, los personajes masculinos le muestran quién es, la revelan. Pero la plenitud total se la da Gilberto, porque es el que escribe sobre ella y, a partir de ese acto, la divulga. Es el cuento «El gato» el texto que detiene la imagen de Paloma. Deja de ser huidiza, como una mancha de tinta que se pierde debajo del agua, encharcada en sí misma. Gilberto, como los otros, también le ha revelado su identidad, pero luego la inscribe por medio de la escritura. Hace así las veces de un fotógrafo: dispara el flash, revela el negativo y consigue fijar la imagen. La retrata. Después dibujan a Paloma y llevan la pequeña historia íntima del cuerpo a una película que ella misma protagoniza. Juan García Ponce condensa la propuesta total de Pierre Klossowski en De Ánima. Todo queda atrapado en el cuerpo de la novela.
La literatura no es reflejo de la realidad, sino que construye su propio espacio convirtiéndose en su propio reflejo, a partir de un juego de espejos paralelos que la multiplican hasta el infinito. Juan García Ponce ha traspuesto —me animaría a decir, incluso, que ha traducido—, los dibujos, las luces, el movimiento de la cámara cinematográfica al idioma de las palabras. El lector se encuentra con un mundo que se exhibe a sí mismo.
Si Paloma y Gilberto han hecho el amor, es la escritura la que revive el placer. Los ademanes de los cuerpos dan lugar a las voces de los diarios. Quedan retazos de gestos de posesión erótica que no se pierden del todo. Como en la película La decadencia del imperio americano (1986) de Denys Arcand, todo pasa por largas conversaciones que se colocan en el lugar de la acción, y así hablar sobre el acto sexual sustituye el hacerlo. También en De Ánima el cuerpo escribe después del éxtasis, anticipando un nuevo encuentro. Desde la imposibilidad de recordar exactamente lo vivido, remitiendo al «¿Recuerdas?» de Farabeuf o a los relatos de Figuraciones, surge el cuaderno en el que se escribe. Como dice Anselmo en Crónica de la intervención, en una de sus cartas: el lenguaje no permite exactamente definir, atrapar a Mariana, pero es lo único de lo que puede disponer para intentar componer su imagen.
De Ánima es la combinación de dos diarios íntimos. Se abre con la escritura de Paloma para luego ir alternando las voces en un juego erótico de roles pasivo-activo. Al comienzo, los registros aparecen fechados; luego, en el ritmo frenético del amor, se pierde la marca temporal y se recupera la fecha cuando se rompe el vínculo por la muerte de Gilberto. Al final, ambos espacios se superponen por medio de la escritura de Paloma: «Ahora yo escribo en tu cuaderno la que también será la última anotación del mío». La última frase de la novela es: «Dejo de escribir».
Como lectores, podemos tener la impresión de que esta novela se ha escrito ante nuestros ojos. Del mismo modo en el que ante Paloma y su amante ocasional se sitúa un mirón, frente a la acción de escribir de este personaje mujer y de este personaje hombre hay un voyeur: el lector. Como en el comienzo del relato «El taxi» de Felisberto Hernández, podríamos preguntarnos quién mira a quién «por los agujeros, cuerpos y desde los ángulos de estas letras». La escritura y la lectura convocan constantemente la mirada sobre el cuerpo de una mujer, lo muestran a través de las palabras: lo fundan desde un ademán de posesión y, a la vez, de entrega.
La proliferación, el exceso, el derroche de la palabra remite a una multiplicidad de cuerpos de mujer en las novelas de Juan García Ponce. Cuando en apariencia todo está dicho y parece que ya no se podrá decir algo diferente, surge otra novela que da otro giro alrededor de la mujer como objeto de contemplación, de escritura y divulgación. Abrir su propio corpus novelesco parece ser un gesto constante, simbolizado posiblemente en el acto de Nicolás, el dibujante de Paloma y también uno de sus amantes, al introducir sus dedos manchados de tinta en el sexo de ella.
De Ánima es la ficción de la marca. Si en Historia de O de Bataille la huella surge por el golpe y la sangre, en De Ánima la marca se realiza por medio del semen y la tinta. La grafía, la línea de la letra, los meandros de la escritura constituyen las cicatrices del texto. La mano que escribe está en el lugar de la mano que descarga la violencia. Se escribe por un cuerpo y es el cuerpo el que traspasa la escritura. La única flagelada es la hoja. Es ella la que se coloca en lugar del cuerpo de la mujer. Los castigos corporales que forman parte del mundo de la novela erótica son sustituidos por el ir y venir por el texto de una escritura que fija, delimita, acota haciendo rebotar una voz con otra.
Se repiten situaciones y se leen desde la escritura misma de la novela. Se dice y se desdice, creando la ambigüedad y abriendo el enigma alrededor de la fidelidad o no de Paloma, de si es dueña de sí misma o de su creador. En este desenfado de interrogantes y de viajes que de un relato a otro pide esta novela, el personaje es refijado, reinscripto, releído en cada nueva escritura. Es incluso ella misma la que se reescribe, como si se dibujara o se pintara frente a un espejo.
Esta novela se construye desde la repetición. Siguiendo el pensamiento de Severo Sarduy en Escrito sobre un cuerpo, podría decirse que sobre ella descansan la perversión y el ritual. La consigna, en definitiva, parece ser vestir y desvestir a Paloma, reescribirla revelándola y ocultándola, como «Goya viste y desviste a la duquesa de Alba sin que sepamos qué operación se realizó primero». (Juan García Ponce, «El pintor y la mujer», en Las huellas de la voz, México, Ediciones Coma, 1982, p. 21)
En De Ánima, como ya lo había propuesto Juan García Ponce en Crónica de la intervención, junto con los cuerpos se desnuda la novela, que se «anima» a mostrar su propio cuerpo, el de las palabras. Palabras que juegan a representar diferentes cuerpos, a veces coincidentes, con un efecto de simultaneidad: el de Paloma y el de la novela misma, ambos dependiendo de la mano del escritor. Por eso, como en el cuadro de Balthus La recámara —conocido también como La habitación—, que García Ponce comenta en su artículo «Balthus: el sueño y el crimen» (Las huellas de la voz), lo que el novelista hace en las dos novelas es descorrer «una cortina dejando entrar la luz que ilumina y revela el cuerpo desnudo».
Ensayo corregido y ampliado para este blog; primera versión publicada en Sábado, suplemento de Unomásuno, México, 7 de noviembre de 1987, pp. 6-7.
Imagen de apertura de esta entrada: óleo Nude in Front of a Mantel (1955) de Balthus (Balthasar Klossowski), The Metropolitan Museum of Art, Nueva York.