María Luisa Bombal: su obra y su tiempo

 

 

Chile y la Argentina son para mí un solo país y mi país no sólo por ascendencia y vínculos de familia, sino porque fue allí que al volver me cupo el privilegio de vivir mi primera juventud dentro del mundo de lo que fuera la época de oro del Buenos Aires de la década de los treinta.

Vivir en medio de lo más representativo del mundo intelectual y artístico que se congregara allí en aquel momento: Victoria Ocampo, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Federico García Lorca, Luigi Pirandello, Alfonsina Storni, Oliverio Girondo, Norah Lange, José Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna, Pedro Henríquez Ureña, Amado Alonso y tantos, tantos otros. Y fue allí, en ese mandato y en aquel momento, que fuera mi destino el elegir, escribir y publicar mi primer libro en... castellano.

María Luisa Bombal, fragmento del discurso pronunciado al recibir el Premio de la Academia Chilena de la Lengua el 22 de septiembre de 1977.

 

María Luisa Bombal (1910-1980) nació en el Paseo Monte­rrey de Viña del Mar. Sus abuelos maternos eran alema­nes y los Bombal, mendocinos, emigraron a Chile durante la dictadura de José Manuel de Rosas. Su padre murió cuando ella tenía nueve años. Estudió con las Monjas Francesas de Viñas y, en 1923, se transladó con su madre y sus hermanas a Fran­cia. Continuó sus formación en el Colegio Notre-Dame de l'Assomption, luego en el Liceo La Bruyère y en el Institut Catholique, donde se recibió de bachiller en Lenguas latinas. Por último, tras cursar Literatura francesa en La Sorbona, se graduó con un trabajo sobre Prosper Mérimée. «Madame Mérimée» la llamará más tarde Neruda, y también «abeja de fuego».

En esa época, su familia se escandalizó al enterarse de que estu­diaba a escondi­das teatro con Charles Dullin. A través de su tío, tomó con­tacto con muchos intelec­tuales de la época; en especial, con los inte­grantes del grupo de los Anna­les. Durante una de sus confe­rencias, concretó su sueño de conocer en persona a Paul Valéry y escucharlo recitar sus poemas.

Siempre estuvo vinculada al mundo de las letras y el arte. Cuando ella y sus hermanas eran pequeñas, su madre les leía relatos de Grimm y Ander­sen, que traducía directamente del alemán. De joven fue lecto­ra apasionada de Paul Valéry, Rimbaud, Baudelaire, Knut Ham­sun, Selma Lagerlöf, François Mauriac, Rainer María Rilke. Entre los ocho y los dieciocho años, tomó clases de violín con Paco Moreno, pero luego abandonó la música para dedicarse de lleno a la literatura.

María Luisa Bombal vivió en cuatro países —Chile, Fran­cia, Argentina y Estados Unidos—, y manejó con destreza tres idiomas. Aun­que en su casa siempre se hablaba el castellano, comenzó a escribir en fran­cés. Una vez en Buenos Aires, produ­jo sus más importan­tes textos en español. Duran­te su residen­cia en Estados Unidos, escribió directamente en inglés.

 

Un revólver en la cartera

Luego de completar sus estudios en Francia, María Luisa Bombal regresa a su país en 1931. Apenas pisa suelo chileno, recibe una sorpresa que se convertirá enseguida en una condena: junto a su familia, la espera un hombre que ella no conoce. Es el ingeniero civil Eulogio Sánchez Errázuriz, quien al año siguiente ocupará el cargo de comandante en las Milicias Republicanas (1932-1936), una organización paramilitar chilena. Si bien ya no convive con su esposa, desde el punto de vista legal sigue casado. 

Empiezan los encuentros en secreto; las promesas incumplidas de él, los reclamos y escenas de celos de ella. Hasta que Sánchez Errázuriz comienza a distanciarse, la hace a un lado. Bombal no se resigna a perderlo, insiste. Una noche va con su hermana a su casa, donde se celebra una reunión social. Sabe que tiene armas. Sube a su dormitorio, encuentra un revólver en un cajón y se dispara con la intención de matarse, pero solo se hiere el hombro, cerca de la clavícula. Esta múltiple herida deriva en la creación de distintas imágenes en La amortajada y «Las islas nuevas»

Varios años más tarde, después de vivir un tiempo fuera de su país y sumar otra decepción amorosa, se entera por la prensa local de que Sánchez Errázuriz acaba de casarse. El 27 de enero de 1941 se acerca a Agustinas 1070, pleno centro de Santiago de Chile. Lo ve salir con un amigo del edificio donde él tiene su oficina. Según la crónica del diario chileno La Opinión del día siguiente, tienen un encuentro violento y Bombal le dispara de frente. Sin embargo, ella testimonia durante el proceso judicial que lo corre y grita su nombre para que se dé vuelta. Luego aprieta el gatillo del arma. Dice que no recuerda cuántas veces disparó. Gracias a que él no muere y retira los cargos, tras un par de meses en prisión, queda absuelta. 

¿Puede resultar más representativa y trascendente esa parte dramática de su vida que la originalidad de sus relatos? Para algunos sí. En enero de 2012, se estrena en Chile la película Bombal dirigida por Marcelo Ferrari, que recorta y agiganta esa porción breve y trágica de la vida de la autora. El centro de la trama gira en torno a la ficcionalización de dos de sus relaciones amorosas: la pasión que siente la escritora chilena (protagonizada por Blanca Lewin) por Eulogio (Marcelo Alonso) y el matrimonio con Jorge Larco (Alejandro Goic), mostrados como si ocurrieran en el mismo lugar y en el mismo momento. 

¿Se logra, gracias al maquillaje y al vestuario, que Lewin se parezca a Bombal? Físicamente sí, pero es probable que los lectores de sus cuentos y novelas queden insatisfechos, y que quien no la conozca no sienta el impulso de salir corriendo en busca de sus libros. La película Bombal con un guion que cae en lugares comunes y estereotipos de época, a cargo de Paula Fierro y Ana María del Río no le hace justicia a tamaña escritora.

Los breves y escasos diálogos sobre literatura y autores del momento, la inclusión de la escritora chilena Marta Brunet como ángel protector, los primeros planos de las primeras ediciones de La última niebla y La amortajada, las intermitentes referencias a la obra de Bombal como si fueran gotas de lluvia que salpican, y alguna que otra escena en la que aparece escribiendo a mano y tachando frases no logran equilibrar la trama narrativa, que la presenta, de manera prácticamente únivoca, desde el punto de vista sexual y como una desequilibrada. 

Tampoco compensa la información que se provee al final de la película, antes de los créditos, sobre su posterior viaje a Estados Unidos tras el intento frustrado de asesinato y la trascendencia que adquiere su obra. Esa es la letra chica, un parche que seguramente deja una huella mínima en la retina y la comprensión del espectador. La potencia de la escritura de María Luisa Bombal, su originalidad, su propuesta narrativa anticanónica terminan siendo anecdóticas en este film, que la presenta desde un perfil sesgado, con un propósito más comercial que cultural. 

Todo un desafío hacer una película sobre un escritor consagrado, que realmente dé en el centro de la problemática que lo atraviesa; sin embargo, hay algunas excelentes. Son películas en las que se tiene en cuenta algún momento llamativo de su vida, sin que eso eclipse lo más importante que heredamos: sus textos, su escritura. Vayan solo tres casos como ejemplo, anteriores y posteriores a Bombal: Wilde de Brian Gilbert (1997, protagonizada por Stephen Fry); Genius de Michael Grandage (2016, con Collin Firth en el papel del editor Max Perkins y Jude Law como el escritor Thomas Wolfe) y Colette (2018, con Keira Knightley en el papel principal). En las tres están presentes la vida familiar y los romances. En Colette, sobre todo, hay incluso varias escenas eróticas potentes. Pero en ninguna de ellas la escritura, la producción de la obra de Wilde, Wolfe y la autora de Gigi pasan a segundo plano. Todo lo contrario: ese es el eje que recorre la trama narrativa. La solidez del guion, las actuaciones, la tensión narrativa y los recursos fílmicos puestos al servicio de la historia hacen que estos tres films puedan resultarles atractivos a una variedad de espectadores y, a la vez, les permitan aproximarse al corazón de sus respectivos protagonistas.

 

Fuera de Chile 

Entre el disparo que hiere su hombro y los que la llevan a prisión, se suceden experiencias que reparan las «veleidades, traiciones y crueldades» padecidas. En 1933, Pablo Neruda la rescata del abismo en el que ha caído: le propone vivir con él y su esposa Maruca en Buenos Aires, donde ocupa un cargo diplomático como cónsul de Chile en Argentina. Si bien ella había establecido relaciones sociales y profesionales con muchos de los escritores chilenos de entonces, es entre 1933 y 1940, en Buenos Aires, donde reali­za y publi­ca buena parte de su producción narrativa. Bajo el mismo techo, mientras Neruda escribe Residencia en la tierra, Bombal da forma a La última niebla. Colombo la publica en 1934, al cuidado de Oliverio Girondo y Norah Lange. 

En la capital argentina entabla amistad con el pintor y escenógrafo Jorge Larco. Es el encargado de realizar las escenografías de las obras teatrales que Federico García Lorca estrena en esta ciudad. Bombal sabe que Larco es homosexual, pero ve en él a alguien que puede acompañarla, contenerla. Hacen un acuerdo amistoso y se casan: cada uno hará su vida y respetará la del otro. Pero el matrimonio se acaba pronto y de manera nada pacífica. «Su unión con Jorge Larco en 1935 fue una amistosa alianza de la marginalidad para mantener las apariencias dice Lucía Guerra en la introducción a las Obras completas de María Luisa Bombal. Pero la doble vida de su marido homosexual la humillaba, del mismo modo como la humillaba Eulogio Sánchez con sus promesas no cumplidas y su desamor»

Habrá otros vínculos más provechosos para ella en Buenos Aires, que le traerán varios réditos profesionales, en cadena. Es el caso de su relación con Victoria Ocampo, directora de la revis­ta Sur y la editorial homónima. En la revista, se publican varios relatos de Bombal: en febrero de 1939, «Las islas nuevas»; en septiem­bre del mismo año, «El árbol»; en agosto de 1943, «Wa­shington, ciudad de las ardillas» y, en agosto de 1946, «La historia de María Griselda». A pedido de la redacción, escribe a principios de 1939 un comentario entusias­ta sobre la pelí­cula Puerta cerrada, dirigida por Luis Saslavsky y prota­gonizada por Liber­tad Lamarque. Luego de leer sus opiniones, Saslavsky le propone que realice el guion de su próxi­mo film. La casa del re­cuerdo, protagonizada por Arturo García Buhr y Libertad Lamarque, se estrena en marzo de 1940 y obtiene un éxito arrolla­dor.

Bombal evoca en una entrevis­ta: «En esa época conocí también a Borges, pero él circulaba en un mundo más cerrado, más inte­lectual. Nuestro grupo era más literario... Oliverio Girondo, Norah Lange, Federico García Lorca, Conrado Nalé Roxlo, Alfon­so Reyes... Georgie era de un grupo más intelectual, pero me hice íntima de Georgie... Todos estos grupos eran muy unidos en el fondo, se respetaban entre ellos, no se veían porque se abu­rrían… A Victoria yo no la visitaba porque me aburría». También se relaciona con Pedro Henríquez Ureña, Raimundo Lida y Amado Alonso, que le presta la máquina de escribir del Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, del cual es director, mien­tras ellos discuten sobre las raíces de las palabras y otras cuestiones lingüísticas. Establece amistad con Eduardo Mallea y comparte tertulias literarias con Arturo Capdevilla y el editor Gonzalo Losada.

 



Novela inolvidable

Bombal y Borges pasean por el riachuelo y hablan sobre lo que están escribiendo. Van juntos al cine y luego a un restaurante donde escuchan tangos. «Una tarde entre las tardes», según recuerda Borges, ella le cuenta mientras caminan el argumento de la novela que piensa escribir. Se trata de una mujer que está muerta y, durante su velorio, accede al sentido de lo que ha sido su vida, al conocimiento más profundo; entonces comprende por fin quién ha sido ella y las personas con las que se relacionó. «Yo le dije que ese argumento era de ejecución imposible y que dos riesgos lo acechaban, igualmente mortales: uno, el oscurecimiento de los hechos humanos de la novela por el gran hecho sobrehumano de la muerta sensible y meditabunda; otro, el oscurecimiento de ese gran hecho por los hechos humanos. La zona mágica de la obra invalidaría la psicología, o viceversa; en cualquier caso la obra adolecería de una parte inservible», dice Borges. Ella lo escucha, alaba su «recto sentido» y su erudición. Se muestra de acuerdo, pero deja pasar el comentario. Desoye el consejo.

Tal como cuenta Borges en la reseña que escribe sobre La amortajada (revista Sur, Año viii, núm. 47, agosto de 1938), poco después de esa charla, Bombal le pasa el manuscrito de su segunda novela. Él lo lee en una sola tarde, con admiración. Se ha equivocado: no hay en La amortajada ninguno de los conflictos que vislumbró. Destaca y elogia la poeticidad de los textos de la escritora chilena, las sentencias y las páginas «memorables». Y cierra su comentario con un augurio: «Libro de triste magia, deliberadamente suranée, libro de oculta organización eficaz, libro que no olvidará nuestra América».

Con motivo de la traducción al inglés que la propia autora hace de La última niebla, Borges escribe unas palabras preliminares que les hace llegar a Richard Cunningham y Lucía Guerra. Se trata de un texto muy breve, menos de media página de un libro. Dice en un párrafo: «Cuando en Santiago de Chile o en Buenos Aires, en Caracas o en Lima se nombran los mejores nombres, no falta nunca el de María Luisa Bombal. El hecho es más notable si tenemos en cuenta la brevedad de su obra, que no corresponde a ninguna escuela determinada y que suele, afortunadamente, carecer de color local».

En 1941, tres años después de que la editorial Sur publicara en Buenos Aires La amortajada, la novela se reedita en Santia­go de Chile. Al año si­guiente, María Luisa Bombal recibe por ella el Gran Premio Municipal de Litera­tura de Santiago, creado en 1934.

 

En Hollywood

Aunque su actividad literaria se concentra en la escritu­ra de cuentos y novelas breves, Bombal incursiona además en el mundo del cine y, junto con Ciro Alegría y Ramón Sender, realiza en 1943 varios doblajes en Estados Unidos, donde vive veintinue­ve años a partir de 1941. En ese país, se casa en 1944 con el conde francés Fal de Saint-Phalle, con nacionalidad estadounidense, veinte años mayor que ella. Del matrimonio, nace Brigitte.  

Traduce y reescribe para la editorial Farrar, Strauss & Giroux La última niebla y La amortajada. De ese trabajo de ampliación sur­gen dos nuevas nove­las: House of Mist y The Shrouded Woman, en la que inter­ca­la, junto con la traducción de La amortajada, «La histo­ria de María Griselda» y dos nuevos episo­dios cortos. Germán Ewart señala en la entrevista que le hace a María Luisa Bombal en 1962 para el diario chileno El Mercurio que, si bien House of Mist no llega a ser un bestseller pero se venden más de cien mil ejemplares en Estados Unidos, traducido al portugués por Carlos Lacerda, fue Libro del mes en Brasil. Poco tiempo después, Gallimard lo publica en Francia, y también se edita en Suecia, Japón y Checoslovaquia.

En una carta que le escribe desde Nueva York a Gabriela Mora, que prepara una tesis de grado sobre su obra, Bombal le explica: «Mi libro House of Mist que quiere decir "Casa de niebla" tuvo un éxito muy apreciable y me ha dado un nombre aquí. House of Mist no es La última niebla. Es una novela que yo escribí en inglés (con la ayuda de mi marido para el inglés) basada sobre el tema de mi Última niebla. Yo creo que es una joya como novela poética. Algo así como un cuento de hadas moderno. Cómo me gustaría que usted pudiera leerlo. Para ello tendría yo que traducirla al castellano. ¿Ha visto usted situación más absurda para un escritor? ¡Tener que traducirse a su propia lengua! ¿No le comprueba ese "detalle" eso que le digo que mi destino de escritor es anormal?».

Los pro­yec­tos de tra­ducción al castellano de las dos obras que escribe en inglés y los sueños de Hal Harris, produc­tor de la Para­mount, que compra en 1945 los derechos de House of Mist y La última niebla por 125 000 dólares para llevar­las al cine «creo que unas siete veces de lo que pagamos a Jean Paul Sartre por el guión de Freud», recuerda el director cinematográfico John Huston no llegan a concretarse. Para festejar lo que se anuncia como un gran proyecto, Bombal hace una fiesta en su casa, a la que asisten sus amigos del mundo del cine y la literatura; entre otros, Dolores del Río, Helen Hayes, Lauren Bacall, Humphrey Bogart, Jack Kerouac, William Burroughs, Gregory Corso y John Huston. Su último libro, The Foreign Minister, tampoco se tradu­ce al caste­llano.
 


El 18 de junio de 2007, la revista chilena de cine Marbuse rescata una entrevista que en 1981 le hizo a John Huston el jefe de redacción de la revista Vogue de México, Waldemar Verdugo. Huston estuvo a cargo de la dirección y/o el guion de varios films basados en obras literarias: Maltese Falcon (El halcón maltés) de Dashiell Hammet, The Killers («Los asesinos») de Ernest Hemingway, Moby Dick de Herman Melville, The Night of the Iguana (La noche de la iguana) de Tennesse Williams, The Dead («Los muertos») de James Joyce.

Cuando abordan el tema del cine, le cuenta a Verdugo: «¿Sabes que la corrección de la traducción de El halcón maltés la hizo la escritora chilena María Luisa Bombal, que fue muy amiga mía? La versión en español de mis primeras películas tiene su sello; también corrigió In This Our Life, que adapté de una novela de Ellen Glasgow, donde iban Bette Davis y Olivia de Havilland; y Across the Pacific, donde iba también Bogart y Mary Astor. También tiene su mano Huracán de pasiones (Key Largo, 1948), que hice tomada de la obra teatral de Maxwell Anderson... Iban Bogart, Lauren Bacall, Edward G. Robinson, Lionel Barrymore; el mismo equipo con el que quisimos filmar House of Mist, basada en la novela de María Luisa, con quien trabajamos el guion entonces. De ella también es la traducción de los diálogos al español de The Stranger, que dirigió Orson Welles, cuyo guion escribí basado en una historia de Víctor Trivas y Decla Dunning...». Hace una valoración de Bombal: «Ella nos enseñó la magia de la realidad cuando se integró a Hollywood».

«Yo entendí el realismo mágico luego de leer esa obra de María Luisa [se refiere a House of Mist], y me pareció una veta magnífica que nacía para el cine. También creo que la realidad puede hacerse mágica si uno consiente. Las mujeres que circulan por las páginas de Bombal, y también por las obras de Juan Rulfo, que es mi amigo, son seres desterrados de sí mismos, destruidos o francamente muertos, como en La amortajada y Pedro Páramo, pero que, sin embargo, siguen en pie, sostenidos por algo que a veces sólo existe en su imaginación. Yo creo que Marilyn Monroe también pertenece a esa galería de seres realmente fantásticos que se nos aparecen de vez en cuando. Lo que no significa que sean ideales o etéreos. Porque son seres muy terrenales. Pienso que a partir de María Luisa Bombal, justamente, es que las letras abordaron estos seres como nunca antes se había hecho, con esas heroínas perfectamente bellas pero desoladas que ella retrata en las tierras australes, y que en verdad son mujeres únicas, que no pertenecen a nadie por la tragedia interior que llevan a cuestas, que al no tener alguien a quien amar las hace ser de todos», dice Huston. 

Cuenta además que la escritora chilena es parte de los escritores que llegan a Estados Unidos hacia la década del 40 y comienzan a realizar traducciones para el cine: «Tenía su oficina en el área de los escritores, en Paramount, que para todos era una zona sagrada, especialmente para los directores, que cruzábamos hasta allá siempre sin saber con qué nos podíamos encontrar. María Luisa, que comenzaba a entrar en la madurez de su vida, y era muy inteligente, tenía especial éxito entre los escritores jóvenes que rondaban los estudios, intentando encontrar una plaza, los que sólo podían entrar al área si iban a visitar a alguien específico, y sabían que ella siempre los recibía. Así es que siempre tenía su oficina con visitantes; podía escribir rodeada de gentes. Se le había encomendado revisar el idioma en varias cintas que se estaban traduciendo al español, cuando se impuso el uso que hasta ahora se mantiene, porque antes se hacía una versión de la película en inglés y luego otra en español, que fue lo usual en los inicios del sonido, lo que subía enormemente los costos. ¿Sabes que ella corrigió la primera traducción que hicimos para filmar El tesoro de Sierra Madre, la novela de Bruno Traven? Era muy amiga de Dolores del Río, que también era mi amiga», recuerda Huston.

Huston detalla el lugar donde vivía Bombal con su familia: «Esa casa se la habían cedido los estudios como parte del contrato, pero luego María Luisa la compró, y volvía cada cierto tiempo; algunas veces estuve con ella, su esposo y su hija; eran una familia feliz. María Luisa tenía muy buen humor, y secretamente siempre tuvimos el deseo de filmar House of Mist. Pero no llegamos a hacerlo. Eran tiempos nada fáciles los de entonces en Hollywood. Se olía en el viento la proximidad de la "caza de brujas" que brotaba». Años después, Huston remonta la idea de filmar esa película en México, protagonizada por Dolores del Río, pero Paramount, que había comprado los derechos a tan alto precio, no acepta cederlos. 

Según le cuenta Bombal a Germán Ewart cuando la entrevista, si la película sobre House of Mist no llegó a realizarse fue por culpa del libreto: «El primero fue un disparate muy intelectual. El segundo lo encargaron a otra inglesa. Fue un disparate menos intelectual. Nunca me dejaron ayudar, porque allá todo está canalizado. Al novelista le corresponde escribir novelas, no adaptarlas. Un día se les ocurrió que sería un gran tema para Audrey Hepburn, pero a la actriz no le agradó. Cada cierto tiempo me invitaban a cenar para comunicarme que alguien iba a filmar La última niebla, pero todo quedó en proyectos».

 

Regreso a Chile

A principios de los setenta, Bombal regresa definitivamente a Chile, donde es recibida con afecto y admiración por los escritores y críticos nacionales. Se escriben artículos sobre su obra en Las Últimas Noti­cias, El Mercurio, La Nación, entre otros, y tam­bién la entrevistan para varios programas de televisión. Gracias a las traducciones al alemán, portu­gués, checo, francés, inglés, sueco, japonés, sus obras son conoci­das fuera de su país y América Latina; y hasta lleva el control de las ediciones que circulan en Estados Unidos. Con el tiempo, si bien la editorial Nasci­mento de Chile reedita su obra, ella no deja de soñar con la posi­bili­dad de que la publiquen en España, porque piensa que el mercado edito­rial español puede beneficiarla con un número de ventas que supere al de América Latina y los Estados Unidos.

Muchos de sus amigos y críticos apuestan a que debe otor­gársele el Premio Nacional de Literatura, distinción para la que es candidata cinco veces, pero que jamás obtiene y de la que suele burlarse: «En todo caso les declaro solemnemente que si no me dan el Premio Nacional no pienso renunciar a mi nacionalidad chilena. ¡¡¡Es posible renunciar a un país que tiene 300 volcanes!!!». En 1975 obtiene el Premio Ricardo Lat­cham, que lleva el nombre de uno de sus mejores amigos. Es, además, designada como directora hono­raria de la Socie­dad de Escritores en Chile.

A pesar de la entrañable relación y afinidades literarias que sostiene con Pablo Neruda, desde el punto de vista políti­co e ideo­ló­gi­co, cada uno transita por veredas opues­tas. En varias oportu­nidades, Bombal manifiesta su rechazo por el comu­nismo y, aunque no deja de recono­cer a Neruda como un maestro del cual apren­dió «un idioma que le salía del alma», cuestiona el nivel de sus escri­tos ante la irrupción de la política en sus obras. Cuando en 1971 la entrevista Celia Zaragozas para el diario La Nación de Buenos Aires, ante la pregunta sobre la influencia de Neruda sobre su narrativa, responde: «Me enseñó mucho, me enseñó la retórica, siendo que él no era retórico. Él creó un idioma que le salía del alma. Empezó a decaer cuando permitió que en su obra entrara la política. Cambió el idioma. Inventó un idioma. Con Residencia en la tierra yo aprendí mucho. Escribí mi novela La última niebla en la cocina de su casa. Recibí esa fuerza misteriosa de su Residencia, pero, claro, yo me expresé de una manera distinta».

Pablo Neruda muere el 23 de septiembre de 1973, doce días después del derrocamiento y asesinato del presidente Salvador Allende. Su casa es saqueada y destruidos sus libros. Bombal, en cambio, recibe con euforia el golpe de Estado. En la carta que le escribe a su hermana Blanca, fechada el 12 de octubre, comienza describiendo el lugar donde se encuentra, una escena paradisíaca, que contrasta con el clima que se ha instalado en Chile: «Te escribo ésta desde el Hotel Miramar en la terraza abierta, bajo un árbol y frente a un mar tan azul marino y movedizo que es como para reconciliarse con el mar —acuérdate que no es mucho lo que hemos querido—, corren barquitos a vela, la espuma salta contra el mismo roquerío dándole cierta importancia y… corre viento y sol y etc. Aquí en este mundito del Miramar —casi solitario— no me importa sentirme solitaria. Además acaban de traerme un regio pisquito spur (una fortuna), pero hoy he decidido darme estos mismos gustos».

Más adelante, opina sobre el momento histórico que se está viviendo: «Noso­tros aquí en Chile estamos felices y todavía absor­tos, maravillados de habernos librado del horren­do y negro y mortal desastre que Allende deparaba a nuestro pobre país. Algún día te hablaré largo de este momento patéti­co y grandio­so que me tocó presenciar y vivir. La inteligencia, paciencia y heroísmo con que nuestro pueblo actuó más las Fuerzas Arma­das son algo de milagro. Un milagro de la propia Virgen del Carmen y de que fue milagro lo proclama la Iglesia y los periódicos y todos los chilenos hasta los más ateos».

En otra carta del 3 de agosto de 1974, enviada también a Blanca, le comenta: «Se vive a medio calor, a media luz y tiritando de frío. La vida por las nu­bes —es decir la comida, vestir, transporte, remedios, peluquería, hoteles horror—. Pero hay de todo, y orden y tranquili­dad y Chile se va reponiendo lento pero seguro. La Junta es muy inteligente, serena y justa, y no hay chileno que no esté de acuerdo con lo que te digo, chileno sea de la clase a la que pertenezca».

Las cartas citadas forman parte de las Obras completas de Bombal, publicadas en 1996 por la editorial Andrés Bello. El volumen reúne sus dos novelas, cinco cuentos, tres «crónicas poéticas», la reseña cinematográfica sobre Puerta cerrada de Luis Salslavsky, tres textos más, el discurso ante la Academia Chilena de la Lengua, un testimonio autobiográfico, veintiuna cartas y doce entrevistas. La introducción y compilación están a cargo de Lucía Guerra.



Contra todo molde

María Luisa Bombal pertenece a esa clase de escritores y escritoras que no escoltan una tradición de escritura, que no forman escuelas ni convocan seguidores, pero que, sin embargo, no son marginales ni marginados. La crítica académica y no acadé­mica se ha ocupado de ella. Han reseñado su obra escritores y estudiosos como Jorge Luis Borges, Amado Alonso, Cedomil Goic, Saúl Sosnowski, María Luisa Bastos, Alone. Su nombre siempre aparece en manuales y tomos dedicados al estu­dio de la literatura contemporánea, engrosando la escasa lista de escritoras latinoamericanas que han ocupado espacios centrales en la cultura de determinados períodos. Sin embargo, no admite clasifica­cio­nes; aunque, por ejem­plo, Jean Franco, a la hora de asignarle un lugar, la ubique dentro del «realismo psicológico» junto con Teresa de la Parra, Marta Brunet y Eduardo Barrios. Pero los personajes de María Luisa Bombal no constituyen tipos psicológicos, más bien escapan de todo sistema de representación.

En la década del treinta, contra­dice el canon del realismo y del criollismo. Sus textos des­pliegan un imaginario y una estética que supera ampliamente los parámetros de escritura que en Chile producen sucesivas camadas de escritores que intentan en vano cortar con la estética imperante. Pero paradógicamente, a pesar de la serie­dad y las buenas intencio­nes de algunos trabajos críti­cos, muchas de las lecturas sobre su obra se hacen bajo la luz unificadora de los estudios de género, que no siempre consi­guen establecer el marco teórico más apropiado para un caso de ruptura literaria como el que produ­ce Bombal.

Con la intención de hallar en sus novelas y cuentos una voz que dé cuenta de las condiciones de la mujer en las prime­ras décadas del siglo xx, se la trata de encorsetar dentro de un nuevo canon, esta vez prove­niente no de los escritores mismos, como ocurría con el rea­lismo, sino desde la crítica. Así, su mundo narrativo, las situaciones ambiguas de sus relatos, el juego con el monólogo interior y, sobre todo, la creación de narradores que transgreden el discurso litera­rio de aquellos años, que juega al simulacro constante e incansable de represen­tar la realidad, son leídos en clave realista. De alguna manera, se le pide que responda a una tradición que con sol­ven­cia su escritura supera siempre.

La críti­ca de género ha señalado en las obras de María Luisa Bombal la represen­ta­ción del mundo femenino de su época y ha reducido a sus protago­nistas a la teoría del reflejo. Se ha observado, a través de sus relatos, que las mujeres no partici­paban del mundo público, que eran prisione­ras de la casa y del amor, que estaban sujetas al destino que les imponía un hombre. Por este enfoque, lo anecdótico de sus textos se sobre­di­menciona e ideologiza. Su obra, situada entre la realidad y la fantasía, entre la vigilia y el ensue­ño, entre la necesidad y el deseo, y en el borde filoso que separa el discurso narrativo del discurso poético, resiste también esta lectura. Sus historias nacen del gesto de hacer oídos sordos tanto de las poéticas del realismo como de las de la vanguardia; incluso, de los «razonables» conse­jos de Borges. A nivel literario, Bombal refuta los acercamientos esquemáticos, rígidos y reduccionis­tas.

Dice en su «Testimonio autobiográfico» acerca de su narrativa: «No me inspiró para nada el feminismo porque nunca me importó. Sí leí mucho a Virginia Woolf, pero porque sus conceptos los hacía novelas y no daba sermones. Nunca fui amiga de Victoria Ocampo, ella era mi editora y fue generosísima conmigo. No me quería, yo creo, porque yo era tan distinta... Ella era tan solemne, tan gran señora y yo estaba en otra onda, como dicen ahora. Además, no sentía que la mujer estaba subordinada, me parece que cada una siempre ha estado en su sitio, nada más. La última niebla me parece a mí que es un drama sentimental porque son cuestiones pasionales de la mujer, pero no creo que haya existido una imposición de su marido. Era una desilusión de ambos»

Habría que recordar que, en La amor­tajada, Bombal crea un narrador que inaugura un nuevo verosímil: desarrolla toda la narración desde el punto de vista de Ana María, que está muerta, sin caer en la parodia, como había sido la propuesta de Machado de Assis en Memorias póstumas de Blas Cubas (1881). En esta novela, la muerte no es el fin de la experiencia, sino que, por el contrario, le permite a la protagonista comprender mejor quién fue y cómo fueron aque­llos con los que vivió. La muerte es una instancia de conoci­miento, y la escri­tora chilena, como lo hará casi veinte años después Juan Rulfo en Pedro Páramo y Antonio Tabucchi en Para Isabel publicada en 2012, de manera póstuma, elige transgredir la norma número uno del género narrativo y narrar desde la muerte.

Ya en La última niebla, hay una desrealiza­ción constante del paisaje; y la creación de situa­cio­nes y persona­jes está cruza­da por el signo de lo indefinible. El corte con la repre­senta­ción realista alcanza la composición y percepción de la reali­dad en «Las islas nuevas», y se potencia en el cuerpo mismo de Yolanda, a quien le ha crecido, inexplicablemente, un ala sobre su hombro. Los relatos de Bombal abren continuos interrogantes a través de una voz narrati­va que no busca develar incógnitas, desplegar vidas, resolver y llenar vacíos de información, sino sostenerlos sin interrup­ción alguna.

Si bien sus protagonistas aman, se desesperan y sufren, no caen en el discurso de la queja. Los textos de la escritora chilena instalan una nueva poética, una nueva estética que no reclama una lectura desde la representación, incluida la de género. La ruptura en la que se instala María Luisa Bombal, aunque mucho menos programática que la de Borges por ejemplo, divide en dos la producción latinoamericana. No tiene el regocijo metatextual que tuvieron las vanguardias ni tampoco arrastra la furia regionalista, local, folklórica que durante décadas fue visible en la producción de muchos escritores. Pero sí conserva la vocación de leer y producir la literatura no como si se tratara de un simple espejo en el que la vida reverbera, sino como un artifi­cio del lenguaje que grita su autonomía.

Su escritura ahonda en la psicolo­gía humana sin ser psicologista ni didáctica. Tal vez por eso sus textos tienen la cualidad de ser atem­pora­les. Su obra, fuera de toda tradición, rechaza el canon, lo expulsa, y se resiste a ser etiquetada gracias a todo lo que tiene de inclasifi­ca­ble, de extraña. Se alza indomable sobre la producción literaria y el discurso crítico que la suceden, sin perder su sello personal, irrepetible, único.

Como Juan Rulfo y Álvaro Cepeda Samudio, María Luisa Bombal tiene una obra muy breve; pertenece a un grupo reducido de escritores en los que la pulsión por escribir es mayor, mucho mayor, que la de publicar. En una entrevista realizada por Sara Vial, publicada el 13 de noviembre de 1975 en Qué Pasa, comenta lo siguiente: «Desde luego, no publicar no significa no escribir o haber dejado de cultivar el oficio de escribir. Yo he seguido escribiendo siempre. Pero por el concepto que tengo del escritor, por el respeto que me inspira escribir, y por este desesperado deseo de perfección, no he vivido pensando en publicar, sino en crear».

 


 

 

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