24 de agosto: Día del Lector

 



Un volumen, en sí, no es un hecho estético, es un objeto físico entre otros; el hecho estético sólo puede ocurrir cuando lo escriben o lo leen.


Jorge Luis Borges, «Prólogo» de Elogio de la sombra




En el año 2012, el Congreso de la Nación Argentina estableció por la Ley 26.754 que el 24 de agosto se celebrara en nuestro país el Día del Lector, «en conmemoración y homenaje al día del natalicio del escritor argentino Jorge Luis Borges», el 24 de agosto de 1899.

Borges solía presentarse más como lector que como escritor. Así lo expresa en «Un lector», penúltimo poema de su libro Elogio de la sombra, publicado en agosto de 1969 por la editorial argentina Emecé y reimpreso unos meses después, en noviembre del mismo año. En la página de legales, se señala la procedencia de las imágenes que acompañan la edición: «La ilustración de las guardas y la lámina frente a la portada fueron realizadas según los originales de Héctor Basaldúa».


Un lector

Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído.
No habré sido un filólogo,
no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa
mutación de las letras,
la de que se endurece en te,
la equivalencia de la ge y de la ka,
pero a lo largo de mis años he profesado
la pasión del lenguaje.
Mis noches están llenas de Virgilio;
haber sabido y haber olvidado el latín
es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria, su vago sótano,
la otra cara secreta de la moneda.
Cuando en mis ojos se borraron
las vanas apariencias queridas,
los rostros y la página,
me di al estudio del lenguaje de hierro
que usaron mis mayores para cantar
espadas y soledades,
y ahora, a través de siete siglos,
desde la Última Thule,
tu voz me llega, Snorri Sturluson.
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa
y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
a mis años, toda empresa es una aventura
que linda con la noche.
No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;
la tarea que emprendo es ilimitada
y ha de acompañarme hasta el fin,
no menos misteriosa que el universo
y que yo, el aprendiz.

 

La imagen de apertura de esta entrada reproduce las guardas de Elogio de la sombra de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Emecé, 1969), realizadas según los originales de Héctor Basaldúa.

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