El 68 mexicano: revistas femeninas y religiosas

 


Entre julio y diciembre de 1968, acontecimientos de disímil envergadura y trascendencia ─el movimiento estudiantil mexicano, la huelga y los reclamos de los estudiantes, la presencia de miles de jóvenes en las calles, la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, los XIX Juegos Olímpicos─ ocuparon la atención no solo de la sociedad y los medios de prensa de México, sino de los del resto del mundo. Para algunos sectores, los estudiantes fuera de las aulas venían a opacar la euforia que producía a nivel nacional ser la sede de las competencias juveniles más importantes. Estos sucesos detonaron documentos, artículos, testimonios, crónicas, narraciones, poemas y discursos interpretativos, además de múltiples imágenes fotográficas y plásticas. Dentro del conjunto de publicaciones que dieron cuenta de los hechos, cinco revistas leídas por sectores específicos de la sociedad mexicana ─en especial, las mujeres y grupos cristianos─ se sumaron de manera oblicua a las discusiones del momento, aportando argumentos e imágenes conservadoras.

Aun en el caso de las revistas dirigidas por varones, estas publicaciones compartían un imaginario que reafirmaba una prototípica «condición femenina», a contramano de los cambios que se estaban imponiendo a nivel mundial. Tres de ellas ─Buenhogar, Futurama y Kena─ presentaban secciones fijas, consideradas de interés para las mujeres: belleza, modas, decoración, cocina y repostería, y consejos útiles. El objetivo explícito de Futurama ─ser una «guía del hogar»─ sintetiza los del resto. La publicidad que las cruza remite, por lo general, a un discurso sobre la belleza, la higiene y la presencia física a través del anuncio de cremas depilatorias y para la piel, ropa interior y calzado femenino, cortes y tratamientos del cabello, joyas. En el caso de Acción femenina y Antorcha misionera, se trata de dos revistas producidas para las integrantes de dos organizaciones religiosas: la Unión Femenina Católica Mexicana y la Unión de Sociedades Femeniles Cristianas, representadas por la Iglesia metodista. Por lo mismo, se trata de un grupo de revistas femeninas que podríamos pensar, en el primer caso, de entretenimiento; y, en el segundo, de formación religiosa.

Los textos de las cinco revistas son variados y pueden agruparse en tres categorías: editoriales, notas firmadas y artículos sin firma. En todos los casos, 1968 se aborda, en su construcción e interpretación, desde la focalización y problematización de los XIX Juegos Olímpicos que tienen lugar entre el 12 y el 27 de octubre, y una serie de notas en torno a un mismo campo semántico: la juventud/los jóvenes, la adolescencia/los adolescentes. En todas las notas de estas revistas, los conflictos que se originan en torno al movimiento y la huelga estudiantil, y el regreso a clases (julio-diciembre de 1968) entran en la zona de lo no dicho. Es decir: en ningún momento aparece en estas cinco revistas una referencia directa a los acontecimientos que tienen como protagonistas a los estudiantes de las preparatorias, la UNAM y los politécnicos.

La mayoría de estos editoriales y notas aparecen en septiembre y octubre de 1968.[1] Salvo el caso de la revista Kena, que circula cada quince días, se trata de revistas mensuales. Sobre un total de 22 artículos analizados, 16 aparecen en septiembre y octubre, en simultáneo con dos acontecimientos fundamentales: la represión del 2 de octubre y la inauguración de los Juegos Olímpicos diez días después. En agosto, aparecen 2 publicaciones sobre las Olimpíadas, y en noviembre se publican 4 en relación con el tema. La concentración máxima se da a través de Kena, que publica los cinco artículos analizados en el lapso de quince días. En el otro extremo se ubica Futurama, en la que el tratamiento de la situación es fugaz, pero evaluativo.

Como ya he adelantado, en estos 22 artículos se omite hacer referencia a los acontecimientos que protagonizan los estudiantes mexicanos. Por el contrario, las XIX Olimpíadas aparecen generosamente reseñadas en relación con los preparativos, que se asumen bajo la convocatoria a «colaborar», y el balance posterior al 27 de octubre, fecha de cierre. Estas notas y editoriales comparten la retórica de un discurso patriótico, nacionalista, en torno a un conjunto de significantes ─«México», «el país», «nuestro país», «los mexicanos»─ que van alternándose en un juego de sinonimia constante. La oscilación entre el «nosotros los mexicanos» y «nosotras las mujeres mexicanas» se debe a un movimiento pendular entre el deseo de ampliar el público lector al que van dirigidas estas revistas y los principios argumentales de cada artículo. El término «México», asociado directamente con las Olimpíadas, articula en algunos editoriales y notas los avances de sentido, abre y cierra párrafos, y permite delimitar la construcción de un discurso eufórico, de promesas de gloria y triunfos deportivos, de éxito ante la mirada del resto del mundo.


Cartel México 68

Estas notas comparten junto con otros discursos sobre los XIX Juegos Olímpicos un repertorio a través del cual pueden identificarse varios lugares comunes: el privilegio de México por ser el primer país latinoamericano en ser elegido como sede de las Olimpíadas, la certeza de que «los ojos del mundo entero están puestos sobre México», las Olimpíadas como un compromiso nacional que involucra a todo el país, la presencia de un pasado nacional glorioso que el resto del mundo reverencia, la idea consensuada de que México es un país pacífico y estable, la imagen de un México próspero.

Pero el nivel metafórico de este recorte alcanza su grado máximo en la figura y las diversas modulaciones del término «trabajo». El mensaje que se construye es que quienes están involucrados en la organización y el éxito de las Olimpíadas ─el presidente y demás funcionarios públicos, los organizadores, los edecanes y los atletas─ trabajan para el futuro del país. En esta dirección, Kena distribuye en sus notas las biografías ejemplares de Diana Salvat (directora del Comité Organizador), Margarita Velasco (subdirectora del Comité Organizador), Marta Andrade del Rosal (gobernadora de la Villa Olímpica Femenina) y Beatrice Trueblood (directora del Comité de Publicaciones de los XIX Juegos Olímpicos). Ante la pregunta «¿Qué hacen las mujeres mexicanas?», la respuesta se materializa en cuatro nombres de mujeres exitosas, signo del cambio de los tiempos, ya que en todas ellas pueden convivir el mundo público con el privado: trabajan y les va bien, y además son excelentes esposas y madres. 

El orden de sus atributos construye un sentido diverso del que tiene, como veremos, el otro conjunto de artículos: estas cuatro mujeres dirigen proyectos de importancia nacional y también los destinos de sus hogares ejemplares. Y algunas incluso brillan más, se destacan. Es el caso de la gobernadora de la Villa Olímpica femenina, que es madre de tres hijos jóvenes: dos universitarios y una «estudiante de Filosofía y Letras». Esta mujer mexicana se convierte en el modelo a seguir: contribuye al mandato que imparte el presidente Gustavo Díaz Ordaz de «compromiso nacional» en relación con las Olimpíadas y de conciliación en la imagen de «la mano tendida», con sentido paternalista, con respecto a la rebelión estudiantil. Esta mujer gobierna, es gobierno: conduce los destinos de la Villa Olímpica y tiene en orden su casa; es feliz y contribuye a crear un estado de felicidad, estabilidad y tranquilidad nacional.

Las cuatro biografías sostienen una constante: la continuidad en el trabajo. Este discurso del trabajo «día y noche», «permanente», prueba de civismo y patriotismo, se enfrenta a un elemento no dicho discursivamente, pero presente en el debate del momento y punto de argumentación del gobierno, también en muchos mensajes familiares y públicos que la prensa recoge y construye: la improductividad del sector estudiantil, y el punto climático de ese «no trabajar» ni estudiar que se hace visible a través de la huelga de los estudiantes y su presencia en las calles de la ciudad. El mensaje implícito, subliminar sería: mientras tantas personas trabajan por el país, incluso extranjeros ejemplares como la letona Beatrice Truebood, otros hacen huelga y pierden el tiempo con protestas. Cincuenta años después, Truebood cuenta en una entrevista: «A veces me regañaba Ramírez Vázquez [quien la invitó a formar parte del Comité Organizador] porque yo todo lo veía color de rosa y cuando me invitó a ser directora de publicaciones de México 68, en agosto de 1966, me dijo que quería que el mundo viera al país a través de mis anteojos color de rosa» (Excelsior, México, 3 de julio de 2018).

El 13 de septiembre se realizó la memorable Manifestación del silencio, durante la cual estudiantes, profesores y adherentes avanzaron por la ciudad de México con esparadrapos sobre sus bocas, como signo de protesta ante la falsa verborrea del poder y, a su vez, de impotencia frente a la dificultad de desnudar las mentiras del discurso dominante. Por otro lado, las cuatro funcionarias presentadas como «modelo de mujer» y los 1200 edecanes, «jóvenes ejemplares», estaban preparados para comunicarse con los visitantes de diferentes partes del mundo: todos hablaban varios idiomas. Estas cualidades de los colaboradores directos de las Olimpíadas abrían un contraste con quienes marcharon en la Manifestación del silencio; si bien no se explicitaba en las publicaciones, se deslizaba entre líneas: frente al joven edecán políglota, el estudiante mudo; frente al trabajo, la huelga; frente al éxito glorioso de los atletas, la impotencia y la improductividad.


Sello postal con motivo de los XIX Juegos Olímpicos


Por su parte, Antorcha misionera recuerda la vocación de servicio de las iglesias mexicanas, que durante los preparativos, y en especial para las Olimpíadas, mantienen sus puertas abiertas las 24 horas, sin pausa en su servicio evangelizador. No solo no paran de trabajar, sino que además sacan provecho y exhortan en esa dirección, haciendo uso de una oportunidad histórica: un acto de contrición de almas que recuerda el discurso de la empresa evangelizadora de la Conquista.

Estos artículos construyen discursos moralizantes, en consonancia con el tono paternalista y de llamado al trabajo, la conciencia y el orden del poder. En Kena, la voz autorizada es la del propio presidente; en Acción femenina y Antorcha misionera, la voz de Dios está por encima de la del gobierno. Por omisión, la imagen de México como país estable y de paz anula en la construcción discursiva la propuesta de cambio, los disturbios provocados por los estudiantes y la represión violenta del gobierno.

El otro conjunto de notas toma el conflicto, pero al articularlo desde un discurso moral, en torno a juicios de valor y como negación de un discurso político, lo deja afuera de la historia y lo condena al análisis de las relaciones familiares. De esta manera, la singularidad del 68 mexicano se borra y todo queda reducido a enfrentamientos generacionales que superan las fronteras de la nación mexicana. Abordado como un mal de época, las argumentaciones y opiniones remiten toda la responsabilidad a la esfera familiar.

Como puede verse muy bien en dos artículos de Brenda Payne publicados en Buenhogar, los padres frívolos, muy ocupados, desentendidos de sus responsabilidades son la causa de las quejas de los más jóvenes. Posicionada como adulta, mujer y madre, esta doctora aconseja «saber escuchar» y adoctrina sobre «el arte de ser padres». Aunque la revista se produce en Miami, Brenda Payne anuncia la posibilidad de un desastre a partir de la incomunicación y parece sugerir oblicuamente que, si los padres escucharan a sus hijos, cuidaran de ellos y les dedicaran tiempo, las cosas no habrían llegado a mayores. Según argumenta, la ausencia de contención paterna conlleva enfrentamientos con otro tipo de figuras de autoridad. De este modo, al descontextualizar las demandas de los jóvenes y los enfrentamientos que ocurren en México, se elude dar cuenta de las responsabilidades a nivel nacional. La despolitización de estos discursos y su enclave dentro de lo familiar y cotidiano le quitan a los hechos toda su fuerza histórica y social.

Frente a los discursos exitosos, eufóricos y esencialistas en torno a las Olimpíadas, bajados a tierra a través de figuras femeninas «completas» e «ideales» en las que se privilegia lo público y se pospone aunque se considera lo materno, las notas sobre las problemáticas atravesadas por la juventud recortan a la vez el conflicto y la recepción de la interpretación al construir un tono íntimo entre quienes firman las notas ─todas mujeres o un «nosotros» homogéneo y colectivo que se identifica con el perfil de las revistas─ y las receptoras, proyectadas de manera unívoca con un triple atributo: mujeres, adultas y madres.

Así, ante la exigencia del medio ─revistas femeninas y revistas religiosas femeninas─ y la presión de los acontecimientos, estas notas se disparan hacia el juicio moral, aleccionador, mediante la construcción de historias ejemplares felices en relación con el Comité Olímpico, o desdichadas: los microrrelatos con nombre y sin apellido que muestran las funestas consecuencias de la falta de autoridad o comprensión en el hogar. Siempre está en juego el microcosmos del hogar ─alejado de la agitación que se observa en las calles─ y la familia, en relación con la contribución a la patria. A través de metáforas que toman como eje el cuerpo femenino o la casa, las tareas en relación con el país se asocian con el embellecimiento y la higiene, mostrar lo mejor ante las visitas y el comportamiento correcto en público. Los buenos modales parecen corresponderse con los actos de saber escuchar, obedecer y fomentar el orden.

De esta manera, desde la negación por omisión radical del acontecimiento de lo que se conoce como el 68 mexicano, estas cinco revistas entran en las polémicas del momento con un discurso oblicuo, que asocia exclusivamente a la juventud con el estudio, la despolitización y la institución familiar. Para estas publicaciones, México 68 es sinónimo de los XIX Juegos Olímpicos. Los enfrentamientos nacionales que ponen en jaque durante seis meses al gobierno se reducen a conflictos generacionales, que pueden y deben encontrar cause dentro de la familia. El discurso del orden, la estabilidad familiar y nacional, el progreso y la felicidad van de la mano en este juego de despolitización y ahistoricidad del conflicto. En la borradura de los acontecimientos del movimiento estudiantil mexicano, se evade la necesidad de problematizar los valores deportivos, la paz y el progreso que propone la euforia olímpica, de espaldas a las demandas de estudiantes, docentes e intelectuales.

 


NOTAS

[1]. Publicaciones analizadas:

Acción femenina
-Septiembre de 1968: «XIX Olimpíada» (editorial); «Decálogo turístico» (Joaquín Antonio Peñaloza); «Jóvenes ciudadanos» (nota de Carlos Alvear Acevedo).
-Octubre de 1968: «Décimo novenas olimpíadas» (nota de Josefina Chávez González).
-Noviembre de 1968: «XIX Olimpíadas y la paz» (nota de Ma. del Refugio G. De Alva).

Antorcha misionera
-Agosto de 1968: «Paz, fraternidad y buena voluntad entre todos» (editorial); «La fe en los Juegos Olímpicos» (nota de Luis D. Salem).
-Octubre de 1968: «Naciones Unidas» (editorial); «El evangelio de las Olimpíadas» (nota de Amanda T. de Guerra); «Consejos a una adolescente» (nota de Glafira A. de Tinoco).
-Noviembre-diciembre de 1968: «Los derechos del niño» (nota de Ma. del Rosario Dávalos de Cabello); «Derechos humanos» (nota sin firmar, primera parte); «Antorcha Olímpica» (nota de Bertha Velasco G.).

Buenhogar
-Septiembre de 1968: «¿Igualdad de derechos?» (nota de Brenda Payne).
-Octubre de 1968: «Padres e hijos: sus diferencias en la sociedad actual» (nota de Brenda Payne); «Perfil de México en la Olimpíada» (editorial).

Futurama
-Octubre de 1968: «México 68. Un aplauso grande para la Olimpíada» (nota de Margarita Victoria).

Kena
-1 de septiembre de 1968: «Los XIX Juegos Olímpicos» (nota de Marta L. de Huacuja).
-15 de septiembre de 1968: «Los jóvenes ciudadanos» (nota de Angélica Inzunza); «Un cerebro creador. Beatriz Truebood» (nota sin firmar); «Temas olímpicos» (nota sin firmar); «Proceso a la familia» (nota sin firmar).


Imagen de apertura de esta entrada: México 68, de René Villanueva, tinta sobre papel, 1968. Fuente: ranAzul. #M68, Año 7, número especial, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, julio-diciembre 2018.


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